Regina Red + 18

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Era asquerosamente rica.
Era asquerosamente rica.
Era asquerosamente ...

—Deja de pensar en eso. Estás arruinando el momento—Dijo él mientras confianzudamente inmiscuía sus manos entre las piernas de ella.

—Deja de ser tan pervertido—Murmuró Cassandra.

—No irrespetes a los mayores.

Ella puso los ojos en blanco y se acomodó más en la tina. Silas tomó más gel de baño entre sus manos y siguió masajeando sus delgados hombros.

—De verdad, no entiendo como acabe contigo.

Él salpicó agua sobre su cara y la cubrió con sus brazos.

—¡Ay! ¡Suelta! ¡No me dejas respirar!

Silas apretó más y luego la soltó.

—Eso te pasa por irrespetuosa. Ahora hazme el amor.

Cassandra se volvió a él y le salpicó más agua.

—¿Que estás haciendo Cassandra? Pon eso donde estaba.

La pelirroja le sonrió mordaz y vertió el contenido de la espuma en la bañera. Luego empezó a tirar agua hacia la cara de Silas y a reírse de la cara malhumorada de él.

—Joder, deja de ser tan infantil. El desastre lo limpias tú.

Ella volvió a reírse de él Mientras nadaba hacia su lado y se montaba sobre sus caderas.
Silas amaso sus piernas y le sonrió de lado.

—¿Quieres tú dulce ya, niña?

La mano de él empezó a recorrer el contorno de sus pechos desnudos llenos de espuma y de gel y la idea hizo meollo en los dos.

—¿Es idea mía o te han crecido un poco más?

Cassandra se puso roja y lo miró espantada.

—¿Como?—Dijo con la voz entrecortada.

Silas volvió a cubrir sus senos con sus manos y los apretó con suavidad.

—Te digo que están más grandes.

Ella le apartó las manos de un manoton.

—Será gamin.

Silas la besó con fuerza y ella era demasiado humana para resistirse.

—Ya no fuma—Dijo entre besos.

—Encontré una nueva droga—Dijo él.

Sus bocas encajaban y se coordinaban como una sinfonía desenfrenada. Silas apretaba los labios de Cassandra con casi rudeza y la joven se adentraba a la boca de él como una experta conquistadora.

Las caderas de los dos no tardaron en unirse y los movimientos rápidos a desparramar el agua de la tina.

La joven gemía sin nada de vergüenza  mientras Silas la obligaba a deslizarse sobre su cuerpo una y otra vez. Cada vez iba más fuerte y cada movimiento pronosticaba un final cada vez más cercano.

El hombre gruñó y apretó la carne blancuzca de Cassandra al punto de que sus dedos se marcaban en su piel de la chica. Por su parte Cassandra prefirió enterrar sus incipientes uñas en los hombros de él.

Se elevaron por el momento a un lugar donde podían deshacerse de sus inhibiciones y preocupaciones diarias. Donde solo existía el calor de dos cuerpos moviéndose con sincronización.

Silas Di Vaio volvía a besar el cuello de Cassandra hasta llegar a sus pechos y con más fuerza volvía a enterrarse en el pequeño cuerpo de la chica.

Doble moral [Con pecado concebido *02]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora