No confíes en ellos +18

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—¡¿Que demonios estás haciendo aquí?!—La pelirroja casi se cae para atrás cuando lo vio fuera de aquel establecimiento.

Su cara se puso roja de la vergüenza y no pudo evitar botar el aire por la boca.

—A mí también me gustaría preguntar algo, como por ejemplo ¿Por que no he sabido nada de ti en estos tres días? Me devuelves el jodido vestido y ni siquiera te presentas para entregarlo ¿Tan pronto empiezas a rebelarte?—Su cabello negro contrastaba con el cielo azul a sus espaldas, sus ojos azules la miraban intensamente, sus rasgos parecían demasiado masculinos y en lo único que ella podía pensar era en el temblor de sus piernas debajo de su falda.

Apretó la caja que llevaba sobre su pecho y desvió su mirada sonrojada al horizonte. El sitio estaba desierto.

—No pretendo dejar de vivir mi vida solo porque pasó tiempo contigo.

—Supe que encontraste un trabajo, Creí que ya había dejado claro lo que opinaba de eso.

La chica dejó la caja sobre sus pies y colocó sus manos sobre sus caderas.

—Yo también fui muy clara con respecto a lo otro. Necesito aferrarme a esto porque necesito respetarme a mí misma. Necesita que entiendas eso, trabajar es importante para mí. Lo he hecho toda mi vida, no pienso parar ahora. Es lo que soy.

—Y supongo que esperas que me trague eso y aguarde pacientemente en la puerta de algún restaurante barato luego de que termines de servirles a una sarta de hombres que solo te quieren follar.

—¡Usted solo me quiere follar!

De sus ojos salían dagas y su cara estaba completamente roja.

—Sí, pero la diferencia radica en que a ti gusta que te folle.

Cassandra estampó su mano contra su cara y negó ligeramente.

—¿Qué tengo que hacer para que me deje seguir con mi vida? ¿Que tengo que hacer para que me dejes trabajar?

—Tenemos un trato.

La joven levantó la cabeza y no pudo evitar mirarlo con una expresión rota.

—Creí que...—Se calló inmediatamente—Creí que habíamos superado eso, después de lo de la fiesta, Creí que...—Apretó sus dientes y una horrible sensación le sobrevino, con fuerza tomó la caja que tenía sobre sus pies y caminó furiosa y dolida al interior del recinto.

El lugar quedaba a las fueras de la ciudad, cerca de un montón de lotes abandonados donde los vagabundos solían alojarse. Cassandra había sido voluntaria en ese refugio  desde que tenía memoria, era en ese lugar donde su sensibilización por las personas había nacido, desde comités de protección de los derechos de los animales hasta comederos comunitarios para personas sin hogar, era un edificio viejo pero bastante grande que ofrecía muchas posibilidades para los menos afortunados que rondaban por esa zona.

Trató de tranquilizarse y caminar rápido, podía apostar que Silas la venía siguiendo. Pero no quería que la viese llorar. No podía permitir aquello.

Dejó la caja con las sábanas que había traído sobre una mesa de donaciones y se encerró en el primer baño que encontró.
Sobre el magullado espejo vio lo que ese hombre estaba haciendo de ella. Mojó su cara con el agua helada y respiro profundo.

Él le había dicho que no quería herirla más, y ella pensó que de alguna forma tenía esperanza de convertirse en alguien importante en su vida. Ya vio que eso no podía ser. Él no sentía la mínima cosa por ella. Todavía la veía como un pedazo de carne del que sacar placer, todavía la veía como un objeto. Y le dolía, le dolía pero no sabía porque. Cassandra se había hecho una promesa, una promesa que estaba dispuesta a cumplir.

Doble moral [Con pecado concebido *02]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora