Capítulo 54: La verdadera identidad de Athena

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Extendió el mapa sobre el panel iluminado para estrategia. A su lado, el guardia, abrió una caja que contenía fichas metálicas de dos colores. Cada una por su cuenta se movió a la posición correspondiente, apareciendo sobre estos pequeños hologramas de omnicos. El ingenioso sistema captaba la electricidad estática de estos a través del sistema de circuitos bajo la ciudad como cámaras de vigilancia, captando tanto movimientos como también cuando eran derribados.

—Esta señores, es la ubicación de cada autómata en el reino —Con una varilla acercó el resto de fichas del color opuesto en frente de las otras de forma vertical sin aparecer hologramas esta vez— Necesito que se abran paso en este lugar... Debemos evacuar a los civiles cuanto antes.

—Su majestad, ¿Qué hay de Junkenstein? —El soldado que tenía en frente apuntó con el dedo a la habitación de la reina, recordando el último lugar donde fue avistado— Podría estar en cualquier lugar.

—La prioridad ahora es mi gente —Lo miró a los ojos con seriedad obligándolo a cerrar la boca— El Doctor está dentro del castillo buscando a su ayudante, podemos tomar ventaja de eso. Capitán —Miró al jefe del soldado— Quiero que concentre a sus mejores hombres al frente de la línea. El resto debe encargarse de buscar a Junkenstein dentro del castillo. Prioricen las celdas, tengo un mal presentimiento...

La reina había dado la orden. A penas estos la dejaron sola en la sala de estrategias con un ayudante como compañía, se apoyó sobre el mapa viendo las figuras de los autómatas moverse por su cuenta. El hombre que estaba junto a ella se sobresaltó retrocediendo unos pasos. Ella miró al frente.

— ¿Cuánto tiempo llevan allí? —Athena se incorporó en lo que estos se dejaban ver.

—Lo que importa ahora no es el tiempo... —Shimada fue el primero en mostrarse, con la mano sobre la empuñadura de su katana— Si no lo que comprendimos gracias a él...

—... Ustedes no tienen autorización de entrar —Retrocedió quedando a unos pasos de su acompañante— Váyanse ahora.

El lazarillo deslizó con cuidado la mano hacia atrás llegando a su bolsillo, descolgando un dispositivo enganchado al borde de este. Necesitaba llamar a los guardias cuanto antes. Rápidamente aproximó el aparato cerca de su boca apretando un botón con el pulgar.

—Me temo que eso no será posible, mi señora —Tan rápido como fue escuchado por ella, una esfera golpeó la mano del compañero de la reina, soltando el dispositivo de comunicación rompiéndose en el piso— Primero... Usted y yo tenemos algo en común que discutir, luego, siéntase libre de hablar sobre ''Negocios''...

 Usted y yo tenemos algo en común que discutir, luego, siéntase libre de hablar sobre ''Negocios''

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La plataforma tocó finalmente la planta subterránea más baja, chocando contra el piso recubierto por plataformas de metal. Un indiscutible olor a petróleo envenenaba todo el lugar, Mei y Junkenstein taparon sus narices con las mangas de sus prendas por instinto.

—No podremos estar mucho tiempo aquí... —Aseguró ella.

—...No seas llorona, no está tan mal —Se burló.

Por delante, un puente de metal se extendía hasta llegar a una plataforma notablemente grande con una especie de cápsula de metal cerrada sobre la superficie subiendo hasta arriba. Debajo de ellos un mar de un penetrante color negro amenazaba con matar a cualquiera que cayese sin dejarlo huir, era el petróleo del que hablaba la reina, aunque Mei nunca creyó que se trataría de tanto. Al mirar hacia arriba como si fuese una caja torácica, una línea de focos alienados les mostraba el camino con poca piedad, mientras que una serie de vigas paralelas sostenía el camino de este.

Sujetándose del barandal del puente avanzaron con cuidado, resonando las suelas en el metal. Al llegar cerca de la estructura, Mei reconoció el material de esta. Mirándola de arriba para abajo, pasó la mano rascando un poco la piedra con los guantes.

—Esta debe ser la chimenea... —Afirmó recordando el material de las tres torres.

—Oye, Mei... —La llamó mientras observaba el interior de la cápsula— ¿Recuerdas lo que me dijiste sobre ''un ruido metálico''?

— ¿Si...? —Se acercó.

A penas Mei llegó a su lado, Jamison se apartó para no estorbarle la sorpresa. Llevándose una mano a la boca, no pudo quitar la vista de encima. Como si de una nueva forma retorcida de una dama de hierro se tratase, la figura de una mujer se plasmaba como un molde hueco para que fuese atravesada por unas enormes espinas en su interior. Lo primero que pasó por su mente fue que realmente fuese un instrumento de tortura instalado bajo el castillo, pero al organizar sus ideas lo deshecho.

— ¿Qué es esto? —Preguntó pasando la mano por una de las agujas— Están huecas por dentro...

—No tengo idea pero... Parece que con esto algo puede inyectarse... —La miró— ¿Quieres probar?

—Por supuesto... —Se alejó un poco y rellenó el molde con hielo— Con esto debería bastar.

Junkenstein cerró las compuertas de la cápsula. Bajo sus pies, el petróleo comenzaba a moverse creando remolinos cerca de la torre. Mei se asomó por el barandal de la plataforma esperando a ver qué ocurría.

—Parece que el petróleo se filtra en la torre, ¿No te parece?

—Creo que es mejor que vengas a ver esto cuando esté listo, en vez de perder el tiempo ahí.

De pronto la compuerta se abrió por su cuenta, escapando una enorme nube contaminante desde su interior. Retrocediendo ambos a la vez, Junkenstein obligó a Mei a voltearse en lo que él la cubría con el costado. A penas la nube se disipó, voltearon a ver el resultado: El hielo ahora con forma humana, estaba recubierto por una especie de piel sintética, goteando algo semejante a la sangre por las fosas anti cubícales de ambos brazos. Tal parece el petróleo al entrar en contacto con algún químico dentro de la cápsula, era capaz de teñirse al inquietante tono rojo.

Asustada al verlo, Mei cayó de rodillas tapándose la boca un tanto agitada. Junkenstein por su parte solo miró a otro lado. El cuerpo hecho de hielo poco a poco se fue desintegrando convirtiéndose en una futura piel ''ensangrentada'' sobre un charco de agua.

Mirando con detención los detalles que iban quedando de las facciones del rostro de la mujer de hielo, la científica se percató de lo peor.

—Es... Athena... —Se levantó llamando la atención de Jamison, quien miró la figura para corroborar la información de su compañera.

Había estado pensándolo por un buen rato atrás, pero tenía una ligera suposición de porqué Athena era tan... Lineal para tomar acciones. A pesar de actuar con tanta naturalidad, tenía algo siempre contante y repetitivo, ficticio por así decirlo. La idea lo hizo recordar los patrones de las placas de su asistente, podían aprender pero siempre seguían una ruta. Uniendo cabo por cabo en su cabeza, razonó hasta llegar a una posible hipótesis, quizás también una enorme corazonada.

—Creo que ya tengo la respuesta de lo que te ocurrió arriba, Mei... —Sosteniendo el hombro de ella— Lo que oíste esa vez, sin duda vino de ella...

—Hablas de... ¿Dices que se le desprendió algo metálico del rostro? E-Eso es imposible...

—Todo encaja ahora, incluso la razón por la que estaba tan anticipada a mi llegada y te aseguro que no tiene nada que ver con el eco del cañón de esa entrada... —La hizo voltear en dirección hacia el elevador— ... Vayámonos de aquí, ya vimos lo que teníamos que ver...

—Pero... No tiene sentido... —Siendo obligada a caminar otra vez por el puente trataba de mirar a Jamison.

—Lo tendría si te dijese que ella fuese un autómata, ¿verdad?


Static after death | Meihem Novels (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora