Capítulo 27: La ansiedad no siempre es el enemigo

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Un enorme trozo de hielo calló clavándose en uno de los tejados, seguido de varias piezas de menor tamaño desperdigándose a su alrededor

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Un enorme trozo de hielo calló clavándose en uno de los tejados, seguido de varias piezas de menor tamaño desperdigándose a su alrededor. Tras de este, una borrasca de varios trozos del mismo colosal tamaño amenazaba con perjudicar lo que estuviera bajo sus sombras. El miedo de la gente se acrecentó al ver el enorme agujero en el cielo por el que provenían los pedruscos congelados.

— ¿Qué está pasando? —Brigitte salió de la herrería necesariamente por los gritos de socorro.

Estaba a punto de salir cuando un objeto blanco calló frente a ella. Asomó un poco la cabeza por la puerta para contemplar la lluvia de piedras golpeando los tejados y la tierra. En seguida recordó que su padre y Mei estaban arriba ocupados con el clima. Algo había salido mal.

— ¡AH! —Retrocedió casi cayéndose hacia atrás.

Un trozo de los grandes calló en frente de la puerta obstruyéndose el paso al pueblo. Olvidándose del temor, volvió dentro de la tienda en busca de su arma. Les faltaban unas modificaciones debido al tiempo que ocupaba en hacer armamento para los guardias, pero serían de utilidad igualmente. Tomó su martillo extensible y dio un golpe con todas sus fuerzas para romper el pedrusco helado. Este estalló dejando el piso lleno de piedras pequeñas. Salió corriendo a derrumbar las tajadas que bloqueaban las vías de escape de la gente.

— ¡Hija! —Torbjörn llegó corriendo a su lado.

— ¡Padre! ¿Te encuentras bien?

—Eso no importa, ¿Mi forja dónde está?

— ¡No hay tiempo para ir a buscarla! Hay que actuar con lo que tenemos, papá.

— ¡AAARRRGHHH! —Corrió en dirección a la herrería disparando con su remachadora a los pedazos que caían cerca de él.

Más adelante Shimada y su maestro Cultista lidiaban con la llovizna rompiendo los pedazos más grandes, evitando que estropearan las edificaciones más de lo necesario

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Más adelante Shimada y su maestro Cultista lidiaban con la llovizna rompiendo los pedazos más grandes, evitando que estropearan las edificaciones más de lo necesario. La espada del samurái marcaba el sendero de sus cortes limpios, siendo la oscuridad su mayor apoyo para demostrar el filo de la hoja de su katana.

Static after death | Meihem Novels (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora