Capítulo 76: Un recuerdo de buenos deseos

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—No, si usamos un parche para eso, el código se terminará reseteando —Dijo la muchacha haciendo a un lado la taza de té— Tú sabes más de esto, puedes prestar más atención al problema si sigues el patrón.

— ¿Para volverme a equivocar? No gracias, Doctora —Comentó Junkenstein para luego beber un sorbo de té antes de seguir protestando— Si la conexión es mala, el parche no servirá de nada, si, se borrará todo el código, pero a lo que me refiero es que puedes hacer una copia con lo que sí funciona. Es para un respaldo, no te alteres tanto.

Ambos habían sido llamados al castillo para que hicieran los planes necesarios, como el ejército de omnicos había sido destruido. Tenían como mínimo comenzar con crear un para que estos a su vez fuesen haciendo copias de sus propios cuerpos. Se ubicaron en el laboratorio de Mei. El Rey había quitado por completo la pintura de su esposa y la mandó a colgar en otra habitación donde fuese más útil y apreciable. En medio de un problema debido al maltrato de las placas por su uso constante, muchos de los códigos se perdieron. La computadora de Mei estaba en buen estado, Junkenstein la había reparado, pero los datos no estaban completos de igual modo. Tenían que ver o un parchado o rehacer el código. El problema era que Junkenstein podía con ellos cuando tenía la base, la cual Mei sabía hacer, pero ella no recordaba nada salvo los apuntes y cosas que se arruinaron de su computadora. Un desastre.

— ¿Todo bien por aquí? —Entró Wilhelm sin molestarse en golpear la puerta. Probablemente estuvo allí desde hace un rato, pero no encontraba el momento ideal para irrumpir.

—Su majestad —Lo recibió la chica con una sonrisa.

— ¿Qué quieres barbón? —Preguntó Junkenstein con notable desagrado en el tono de voz.

—Necesito hablar un momento con la Doctora Zhou.

—Ah, claro —Mei se levantó de su silla para ir con el monarca.

Asegurándose de que este no escuchara, cerró la puerta al salir al corredor. Como parecía ser algo importante, conociéndolo, estaba segura de que pegaría el oído para enterarse de lo que fuesen a hablar. El bullicio de la servidumbre que recordaba estaba otra vez ocupando el castillo. Las cortinas siendo desempolvadas, el piso siendo pulido, el tacón de las doncellas al llevar canastos de ropas y cuchicheando entre ellas. Era como si ella nunca se hubiese ido, quizás también el ambiente en el que le hubiese gustado despertar de su letargo. Wilhelm tosió para llamar su atención.

—Necesito que me hagas un favor.

—Vino personalmente a pedírmelo, lo menos que puedo hacer es concedérselo —Sonrío para tranquilizarlo.

—Solicito tu presencia en una o dos horas en el balcón de reuniones, hay mucho en que ponerte al día y un favor que pedirte.

—Claro —Lo despidió con una mano.

Static after death | Meihem Novels (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora