Capítulo 63: La violencia puede ser la respuesta

119 17 5
                                    

El gran estruendo se había producido a sus espaldas, a lo lejos se alzaba una enorme columna de metal y tierra tomando figura con forme la dejaban atrás

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El gran estruendo se había producido a sus espaldas, a lo lejos se alzaba una enorme columna de metal y tierra tomando figura con forme la dejaban atrás. Ya no había tiempo para la curiosidad y Ana y Brigitte, solo se limitaron a empujaban al resto de aldeanos. La gente despavorida, corrían hacia la ruta del bosque para apartarse lo que más podían del desastre, chocando unos contra otros, jalando a los infantes y llevando a cuestas a los que no podían correr a sus anchas. El grupo de soldados que logró zafarse de las fauces del derrumbe, terminó de guiar al grupo para que no se separasen, ya no estaban en territorio de la Reina, e irónicamente ni dentro de esta estaban a salvo, por lo que los afilaban en torno al camino.

Amari fue la última en salir, esquivando una gran piedra que se interpuso en medio del camino.

—Aquí estaremos a salvo... —Dijo la corsaria jadeante mirando al fondo de la gruta— Estos son los últimos, espero que tu padre y Wilhelm salgan de ahí...

—Eso espero... Pero, ¿Qué hay de la Condesa? No la he visto hace rato...

— ¿Te refieres a moi?

La esbelta mujer, cargaba con su viuda sobre el hombro, como si estuviese lista para apuntarle a algo en cualquier momento. Frunciendo los labios, mostró su expresión de desapruebo levantando una ceja. Tal parece que no le hacía ninguna gracia que creyesen que alguien como ella se quedaría atrás.

—Condesa, ¿En qué momento...?

—Dejemos la obviedad para después ¿Quieres, Ana? —Con los labios de la viuda apuntó en dirección al castillo— Debo informarte que ya hay un par que deben estar muertos. A mi parecer al menos...

— ¿Le diste a alguien? —Preguntó interponiéndose la herrera— ¿Fue a Mei?

—No. Fue una presa mucho más valiosa. Ya no tendremos que preocuparnos más por él. A menos que la bruja lo vuelva a levantar.

— ¿Dices que derribaste a Junkenstein? —Inquirió Ana, mientras buscaba en su bolso soluciones curativas.

—El mismo. En cuanto a la científica, no tengo la menor idea que pudo haberle ocurrido, cuando salí de aquí no la pude ver por ninguna parte —Extendió el brazo para que la alquimista pudiese darle el inyectable— ¿Quizás sea por ya estar muerta?

—Imagino que será algo como eso.

— ¿No creen que están tardando demasiado?

La pregunta de Brigitte las hiso mirarse entre sí. Al mirar como caía la entrada del reino frente a sus ojos desde el interior, solo podían esperar lo peor. Apretando los dientes hasta hacerlos tronar, no podía esperar un milagro cuando la única salida estaba colapsando. La muchacha echó a correr usando su masa para abrirse paso entre las rocas que iban cayendo.

— ¡Brigitte, no! —Gritó Ana.

Intentó alcanzarla en vano alzando una mano, pero un enorme peñasco cayó, bloqueándole la vista de la espalda de la joven. La Condesa puso una mano sobre el hombro de la preocupada corsaria, no había más que hacer que esperar. Ambas sabían que ella no iba a retroceder una vez decidía ayudar.

Static after death | Meihem Novels (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora