El Dr Junkenstein, después de sembrar el terror en Adlesbrunn, a decidido traer a la vida a una antigua colega en pos de seguir su investigación, pero la joven Mei no solo despertará sentimientos extraños en él, también desencadenará una serie miste...
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El movimiento de sus manos era acompañado por el la estela aural de su propio cuerpo maldito. Girando las muñecas de grácil manera, la invocadora depositó una flor luminiscente en la piedra, apenas palpó con el tallo muerto el frío de la superficie, comenzó a crecer desenfrenadamente. Como si fuesen garras, los pétalos se extendieron aferrándose al piso, y sobre el estigma floreció un portal de luz cerrado.
—Ahora solo falta el último —Dijo la Dragona poniéndose de pie.
—Excelente, ve y encárgate. Grimm y yo nos encargaremos con lo que sigue, nuestro Rey necesita ayuda... —Comentó la bruja mientras tapaba parte de sus labios tras el dorso de la mano enguantada— ¿No te parece?
—Tu motivación para reunirlos me sigue pareciendo inapropiada, Bruja —Se quejó Grimm acomodando su cabeza en lo que el resto de su cuerpo volvía a su estado físico— ¿Qué tienes en mente? ¿Una alianza?
—Es mucho más que eso mi querido amigo... —Miró hacia arriba viendo como los brazos de Athena se movían desesperadamente por golpear al cazador y a Wilhelm— Supongo intuyes un poco lo que ocurrirá si ambos reinos se unifican...
—Más cabezas... ¿Y tú qué sacarías con eso, Ángela?
—Vida... Poder... Puedes darle el nombre que gustes. Un gran número de personas puede causar caos y disturbios graves en una ciudad que crece. Pueden surgir motivaciones a cambio de un poco de paz ¿No te parece?
—... Planeas apoderarte de todo.
—Estas muy cerca, Grimm, mucho más de lo que tú crees —Tomando su escoba apuntó hacia arriba, específicamente el hombro izquierdo de Athena— Primero que todo, vamos a lo que nos concierne. El trato de mi pequeña amiga está a punto de expirar.
—Mi señora —Se despidió la Dragona haciendo marcha a la salida, invocando un escudo de un solo movimiento para que los pedruscos que tiraba la reina no le cayeran encima.
—Ella es más rápida que tú, cielo —se burló.
—Ugh... —Sacando su par de escopetas, las alineó lado a lado de su cabeza apuntando el cañón de estas hacia arriba. De un solo salto, su cuerpo se evaporó subiendo a toda velocidad por encima de la estructura donde se escondían.
Soltando una risa, abrió su par de alas y apuntó con la escoba a su compañero una vez este se detuvo arriba del todo casi llegando al hombro. Impulsándose, del bastón salió un rayo de colores fríos que los unió, llevándola a ella incluso mucho más arriba de lo que él se encontraba.
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