El Dr Junkenstein, después de sembrar el terror en Adlesbrunn, a decidido traer a la vida a una antigua colega en pos de seguir su investigación, pero la joven Mei no solo despertará sentimientos extraños en él, también desencadenará una serie miste...
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Tenía los nudillos rotos, húmedos en sangre y granito espesándosela. Bajó las escaleras de un solo salto llegando al vestíbulo. El lugar estaba quieto. Los autómatas estaban desactivados por no escuchar más órdenes de su amo. Empujó unos cuantos autómatas manchándolos con su sangre, provocando que algunos de los omnicos se activasen para limpiar. Caminó al laboratorio para encontrar su cabeza al revés. Sus ronquidos retumbaban por todo el lugar molestando más al monstruo. Este agarró al Doctor de los hombros y lo levantó. Lo agitó con fuerza y este despertó ahogándose en su propia baba.
— ¡Brrrgah! ¡Ugh! Ush... Mierda...Ugh— Miro a la criatura con irritabilidad— ¡¿Qué quieres ahora?!
El monstruo lo dejó en el piso escuchándose la suela dura de los zapatos del Doctor. Le enseñó los nudillos destrozados.
— ¿Ya terminaste de demoler esas paredes de arriba?
—...Mmm
— ¡Ese es mi muchacho! Ahora veamos esas heridas.
Tomó hilo y aguja. El monstruo estiró las manos sobre el metal del escritorio. La piel suelta estaba mirando hacia arriba, lo que resultaba más fácil de bordar. El dolor de las puntadas le parecía increíblemente relajantes, cada vez que el delgado metal atravesaba la piel y se ajustaba con su borde contrario apaciguaba sus ansias de romper algo.
—Todo está yendo perfectamente. ¡En menos de una semana tendré mi ejército listo!
—...
—Claro, obviamente le debo dar algo por sus servicios, gracias a ella esta vez todo cambiará, grandote. ¡Vamos a ganar!
—... Se irá.
— ¿Irse? Pfft... Los detalles son lo de menos, lo único que importa es el resultado~ A demás después del amigote que le daré para sus estudios, dudo que quiera hacerlo. ¡Soy un genio! Tengo todo controlado.
Terminó de coser los nudillos abiertos del monstruo. Se limpió los guantes y subió en dirección al salón del trono. Encendió las luces dando una palmada. Había reparado el cablerío y agregó las mismas ampolletas de las habitaciones. Caminó al trono del Rey y se sentó en él.
—A esto le falta algo.... ¡Ya sé! —Chifló y en seguida un par de autómatas traían a toda velocidad el antiguo trono de la reina.
Pusieron junto al trono del rey la silla de la reina a poco más de un metro. En medio una mesa entre medio para colocar las tazas de té.
—Tardará un poco pero esta será la biblioteca... ¡Chicos! —Los autómatas se pusieron al frente— Quiero que traigan las estanterías y los libros, acomódenlos y no tapen las ventanas.
Los omnicos se miraron escaneándose uno al otro, luego salieron de la sala.
