Capítulo 67: La pena tras pedir un deseo

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Por más que lo intentaba escuchar, todo estaba demasiado quieto, incluso podía prestarle atención al sonido de sus ojos al parpadear, imaginando que podía asemejarse al movimiento de las alas de las mariposas. De pronto comenzó a recordar...

Su esposo había prometido traerle una cura, o por lo menos un "fragmento" de esperanza. Como era de esperarse, ella se había fugado del castillo al jardín, el cielo estaba azul y despejado, encerrándose en el enorme cuadro que creaba el borde del cañón. El viento que soplaba al interior parecía querer cantar cuando se llevaba a bailar las hojas sueltas de los árboles, y en esa época del año todo era más maravilloso, era primavera y los árboles frutales abrían los botones de durazno. Para Athena, el perfume más agradable que el mundo para una despedida.

Era tarde y el medio día había pasado de ser una tarde agradable a un atardecer entristecedor. Su esposo no la había ido a buscar como era de costumbre, según estaba previsto, no era mucho lo que le quedaba. Recostando la cabeza sobre la cama de flores, comenzaba a pensar que era mejor ir caminando al castillo por su cuenta, después de todo debería estar en cama descansando. La mente, jugándole sucio, la hiso pensar en todo los pesares que la habían puesto en aquella situación. Puso sus manos sobre el vientre para pensar en el heredero que jamás podría tener, lo había intentado tantas veces... Pero tantas noches en vela, el estrés que conllevaba el mantener las tierras intactas para el futuro, la arrinconaron a una anemia y estrés imposibles de manejar, a tal punto, que la dejaron sin posibilidades de crear algo de forma natural. Sumándole a su pérdida, la mujer había empezado a pagarle factura el intento, el color rosa de su piel se había apagado convirtiéndola en una muñeca de porcelana, se volvió tan delicada que leer libros le había marcado los dedos por los cortes de las hojas; un solo tropezón o choque con la gente le dejaba marcado el topón, ni pensar en lo que podía pasar si caía de las escaleras. La mujer poco a poco había perdido las ganas de continuar deambulando, quedando postrada en cama teniendo que ver el cielo desde su ventana. Cansada, la única persona que pudo dar con ella la primera vez que dejó las sábanas, el desayuno sin tocar sobre una bandeja y las cobijas de invierno fuera de su lugar, fue Balderich. La había encontrado acurrucada entre los dedales de oro que habían cultivado en la primera semana de la primavera, pero luego de un año ya eran los suficientes para crear maleza suave alrededor. Ella sentía que le quedaba poco y no quería estar encerrada hasta el último de sus días, su esposo le dijo que podía ir a las flores siempre que quisiera, pero debía avisar al resto de la servidumbre para no preocupar a los demás, pero ella nunca lo hiso, la seguirían y la estarían vigilando para recordarle siempre que había que volver. Gracias a esa costumbre, Athena pensaba en que tenía oportunidad para continuar un día más, luego, la noche se la devoraba en sueño hasta el día siguiente, para pensar en lo mismo, una rutina.

Esta vez se había llevado un libro de fotos muy largo, donde por cada una tenía un encabezado y un pié al final. Se detuvo en la foto de su mejor amiga. ¿Cuándo podrían volver a compartir una taza de té y galletas de anís? Los tréboles para ella eran un tipo de flor más, después de todo eran de adorables hojas con forma de corazón, por lo que marcó la ubicación de la foto con uno de ellos, en algún momento se secaría y podría usarlo como marca páginas. La poca luz natural que tenía no la dejaba ver el resto de fotos, iniciaría allí la próxima vez que lo ojeara. Dejando el álbum de lado, miró al cielo ya preocupada.

—Creo que ya es momento de volver... —Apoyándose de una mano se levantó clavándose el borde de un tallo de flor cortado—... Esto no acabará nunca.

Miró de su mano brotar un botón de sangre, este crecía y se convertía en un hilo que se deslizaba por su brazo hasta el codo. Levantándose asustada, presionó la mano con fuerza para intentar detener el derrame, necesitaba ayuda, necesitaba que alguien la pudiera asistir. Necesitaba a su esposo.

— ¡Athena!

— ¿Alder?

La voz de Balderich a lo lejos se escuchaba cada vez más cerca. El corazón le dio un vuelco de alegría. A duras penas trató de acortar la distancia caminando un paso tras otro entre la vegetación. Este estaba con el yelmo de su traje bajo su brazo, y por verle puesta su armadura, supo que había ido lejos en cabalgata con sus hombres. Esperaba buenas noticias de él. Vio también como los ojos se le llenaban de preocupación, soltó el casco y corrió a sujetar a su amada. Entre sus brazos, la tomó con delicadeza y la llevó al castillo, sin tiempo a una charla debía darle algo caliente cuanto antes.


***

Luego de cubrirlas con un par de mantas, Athena esperaba un reproche de él. Parecía enfadado y la servidumbre andaba de arriba para abajo trayendo cuencos metálicos con agua caliente, té y leña para el fuego. Balderich alargó un pergamino que sacó de su bolso para revisarlo, curiosa y ansiosa por su actuar lo miró con preocupación. Este se puso de rodillas con la mirada gacha, finalmente posando su cara en el regazo de su mujer sujetándole ambas manos, una de esta enguantada en vendajes.

—Perdona, Athena...

— ¿P-Porqué te disculpas? Esto no fue cosa tuya yo me corté con...

—No pude conseguir una cura... Fui al bosque prohibido en las afueras de Adlersbrunn a encontrarme con Ángela —Hiso una pausa para respirar— Ella quería un trato, pero era demasiado... No podía entregarle el reino... Lo siento cariño...

—Balderich —Le acarició la espalda— Hiciste lo correcto, cielo... Estamos aquí, para velar y proteger este pequeño trozo de tierras, a su gente y que ellos aprovechen su vida. No vale la pena vender algo tan sagrado como nuestro deber por solo una vida que se puede reemplazar por otra...

—Athena... —Conmovido por las palabras de gran valor de su esposa, se levantó a juntando sus labios con los de ella terminando en una sonrisa— Quisiera que estuvieras por más tiempo.

—... Alder —Su sonrisa de un momento a otro se cubó hacia abajo, cerró los párpados y cayó sobre los brazos del Rey.

— ¿Cariño?

Pero todo se había nublado, todo se había vuelto negro una vez más. Sentía algo, ¿Miedo? Era como volver a sentir esa sensación nuevamente, pero diferente. Sentía algo en su rostro, aunque no sentía que la estuvieran tocando.

Fue entonces que recordó lo que hacía. Pronto, encendió su mecanismo desde el interior, como si una fuerza la obligase a seguir moviéndose, a defenderse. Las luces de las cuencas de su forma corpórea metálica miraron al cielo oscurecido revelando dos enormes columnas de luz a la distancia que se perdían en el cielo.

— ¡Está moviéndose otra vez! —Gritó la científica para alertar a lo que estaba colgando de su mandíbula.

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Viendo que la tanda que voy a tirar para el 31 es muy grande, os traeré un capítulo por día.

Os cuento que mi capítulo favorito hasta ahora es el 77 y el final. Si 77, falta mucho según la perspectiva, pero no hay más verdad de que el final esta a la vuelta de la esquina...
¡Que disfruteis el fin de semana!
¡Eso como spoiler!
¡Cambio y corto!

Static after death | Meihem Novels (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora