Capítulo 7: La caja de juguetes (Editado)

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Al ver el exterior me sorprendí porque, aunque todos decían que era de día, en realidad todo el lugar estaba negro como la noche, lo único que nos evitaba quedar completamente a oscuras eran unos faroles que iluminaban la senda blanquecina que recorríamos. 

Hice lo mejor que pude para memorizar el camino, era el que tomaría de ahora en adelante para hacer mi “trabajo”. 

Estuvimos unos diez minutos caminando hasta que llegamos a un edificio, que no podría llegar a medir más de dos pisos. Tenía las luces encendidas y, en medio del primer y el segundo piso, habían colocado un letrero que decía La caja de juguetes, con letras finamente cursivas. 

Me pregunté a qué se refería el cartel pero contuve mi pensamiento y, junto con Doménico, seguí a Lucy dentro del edificio. 

Lo primero que se podía ver era una largo pasillo con una extensa alfombra roja, las paredes eran temiblemente guindas y tenían puertas blancas que sólo se diferenciaban la una de la otra  por el color de la manija que servía para abrirlas. 

Pero el aspecto no era lo más intimidante del lugar, pronto me di cuenta que se podían escuchar gritos horribles de mujeres, hombres y hasta niños a través de las paredes. 

Tuve que ignorar este último hecho y seguí a Lucy hasta la puerta que se encontraba al fondo del pasillo. 

Ella nos abrió la puerta e indicó que pasáramos. 

—Ésta es tu oficina—informó sentándose en un pequeño sillón rojo con forma cuadrada, se veía muy moderno. 

Me quedé con la boca abierta. Era tan elegante pero moderna al mismo tiempo, como a mí me gustaba. 

Las paredes fueron pintadas de color blanco y tenían pinturas abstractas tipo picazo, en las que sólo había colores como rojo, cremita y café chocolate; también había unas repisas en forma de cuadros que contenían libros y cuadernos para hacer anotaciones. 

Dentro de la oficina había un escritorio de cristal, que se veía hermoso; detrás de éste se encontraba una silla negra de piel, como la que usan los empresarios de grandes corporaciones. Enfrente del escritorio estaban posicionados dos sillones y en uno de ellos se encontraba sentada Lucy. 

Al final el toque que más le daba personalidad era un sillón negro como el que utilizaban los psicólogos de verdad. 

—¿Te gusta?—me preguntó Lucy 

—¡Me encanta!—grité y la abracé por la emoción del momento. 

—Me alegro—dijo ella devolviéndome el abrazo. 

Doménico se nos quedó viendo como si yo hubiera hecho algo malo, la verdad había olvidado que había venido con nosotras.  

Para no ser descortés le sonreí y comencé a hablar con él. 

—¿A ti que te parece, Doménico? 

—Está muy bonito—me contestó volteando para todos lados, con una mirada algo sorprendida. Se nota que él no tenía muchas expectativas de cómo podría ser mi oficina. 

—Creo que tienes algunas preguntas que hacerme—habló Lucy mientras seguía en el sofá con las piernas cruzadas. 

—¿Dónde estamos? 

—En tu oficina, tontita—dijo ella casi riéndose, supuse que ya le había gustado llamarme así. 

—No, me refiero al edificio. Por qué dice Caja de Juguetes?—pregunté respirando hondo para tranquilizarme, comenzaban a molestarme sus bromitas. 

Cae Nieve en el InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora