Capítulo 31: Un mal día

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A la mañana siguiente me desperté con Doménico a mi lado, no sé en qué punto de la noche había entrado en la cama pero me encantaba verlo ahí durmiendo tranquilamente sin esa mirada triste o molesta pero sabía que tan sólo viera a Bianca toda posibilidad de felicidad se iría de su cara.

En cuanto me levanté me preparé y bajé a desayunar como siempre, Lucy ya estaba en la mesa sentada y me veía con su característica sonrisa juguetona, he de admitir que todavía me ponía nerviosa verla así porque se notaba que planeaba algo. Puede que no sea pronto pero sé que en algún momento ella hará algo.

Puede que tenga que ver con Violeta porque los murmullos de la otra vez a mí me parecieron demasiado sospechosos. Aunque podría ser otro de sus juegos coquetos y yo ni cuenta.

—¿Qué quieres almorzar hoy Lottie?—me preguntó con la cabeza sobre sus manos.

—Sinceramente nada—dije yo con un nudo en el estomago.

—¿No quieres una taza con chocolate caliente al menos?—me preguntó ella con una cara de preocupación.

—No—dije yo seria.

—¡Pero tienes que comer algo!—dijo ella levantándose de la mesa y haciendo una seña a una de las muchachas que estaban ahí para que se acercara.

—¿Sí señora?—preguntó la joven sin ninguna emoción.

—Señorita…—dijo Lucy molesta.

—Discúlpeme. ¿Sí señorita?—preguntó ella con un poco de temor en su voz.

—¡Oh! Olvida lo de señorita, mejor su majestad—dijo Lucy emocionada.

—¿Sí su majestad?—dijo la misma chica ahora apretando un poco su puño.

—Tráele a la señorita Lowell una taza con chocolate caliente y un pastelillo—dijo Lucy.

—Sí su majestad…—dijo ella con los dientes un poco apretados.

Yo creí que Lucy no se daría cuenta de cómo lo dijo pero repentinamente su mirada cambió hacia la chica. Ella le dio una bofetada y la chica sólo se quedo viendo el suelo.

—Trae lo que te dije y luego lidiare contigo—dijo Lucy muy molesta.

—Sí su majestad—dijo la chica y salió por la puerta.

En cuanto salió la chica Lucy cambió su cara a esa increíblemente juguetona, “eso si es bipolaridad” pensé.

—Dejando a mí próximo juguete de lado…—dijo ella hasta que la interrumpí.

—¿Próximo juguete?—pregunté extrañada.

—Aquí una vez que haces algo ya no hay vuelta atrás—dijo Lucy con una sonrisa.

—Eso quiere decir que ser un sirviente…

—Esclavo—corrigió Lucy.

—¿Eso quiere decir que un “esclavo” es mejor que ser un juguete?—pregunté extrañada.

—Puff. Fácil—dijo ella burlándose de mí.

—¿A los esclavos no los castigas?—pregunté plenamente segura de que eso no era posible.

—¡Claro que sí! Todo el tiempo lo hago—dijo ella levantándose de la mesa.

—Entonces ¿cuál es la diferencia?—pregunté viendo como se sentaba en la silla que estaba en seguida de la mía.

—Si eres un esclavo no estás encerrado todo el día en un mísero cuarto con paredes blancas que es tan diminuto que apenas tienes espacio para poder sentarte—dijo ella.

En esos momentos ya no quería escuchar más así que sólo callé hasta que entró la misma muchacha con el chocolate caliente y los pastelillos, comí en silencio hasta que entró Doménico por la puerta.

—¿Por qué no me despertaste?—me preguntó sentándose.

—Te veías muy tierno dormido y no te quise despertar—le dije después de dar un sorbo a la taza de chocolate.

Cuando acabé Doménico se levantó de la mesa y fuimos a La caja de juguetes, entré a mi oficina y esperé a que Bianca entrara.

Estuve unos diez minutos observando la puerta molesta hasta que unos dos hombres la trajeron cargando y ella estaba forcejeando.

—¡No quiero!—gritaba ella.

En cuanto la sentaron me vio con una cara furiosa, pensé que me atacaría pero comenzó a calmarse.

—Miren quién es. La sin vida—me dijo burlona.

—Hola infiel—le dije con una sonrisa.

Su sonrisa desapareció por completo.

—Bueno comencemos, ¿estás aquí por infiel?—le pregunté remarcando mucho la última palabra.

—Sí—dijo ella dándome una de esas miradas que matan.

—¿No te arrepientes de hacerle eso a Doménico?—pregunté viéndola.

—¿Por qué estás tan interesada en mi esposo?—preguntó ella dándome una mirada acusadora.

—¿Esposo? ¿Se casaron?—pregunté casi gritando.

—Claro. ¿No te lo dijo?—preguntó burlonamente.

—No—dije yo molesta.

—Espera un momento, ¿estás celosa?—me preguntó divertida.

—No—dije yo molesta.

—¡Quién lo diría! Te gustan los hombres casados—dijo ella viéndome.

—Si me gusta y para tú información el contrato dice “Hasta que la muerte los separe”—dije yo tratando de volver a tomar el control de la conversación.

—¿Y ya te acostaste con él?—me preguntó.

No contesté rápido y pude sentir como me puse roja.

—Creo que eso es un sí—dijo ella casi con una carcajada.

—¿Hiciste algo más para llegar aquí?—pregunté tratando de cambiar el tema.

—¿Y cómo estuvo?—me preguntó viéndome como me ponía roja—Dudo que tan bien como conmigo.

—¿Hiciste algo más para llegar aquí?—repetí apretando los dientes.

—Sí, pero eso sólo te lo diré si me traes a Doménico—dijo ella guiñándome un ojo.

Lo último me molestó tanto que me fui de la habitación sin decir una palabra. Caminé tan rápido para salir que no me di cuenta que había alguien en frente de mí. Terminé chocando y tirando el cuaderno de notas.

—Lo siento—dije recogiendo unas hojas que se desprendieron.

No hubo respuesta así que me volteé para ver quien había sido y era nada más y nada menos que el odioso de Yezca. Aunque a decir verdad después de conocer a Bianca a él lo tolero más.

—No te disculpó—dijo molesto levantándose de la nieve.

—Y yo no lo siento—dije también levantándome.

De pronto me empujo contra la pared de la caja de juguetes  y me dijo al oído.

—Creo que te había advertido algo la última vez que nos vimos—dijo él todavía ejerciendo presión.

Me espanté al recordar lo del baile, sólo me quedé ahí “congelada” hasta  que el comenzó a jalarme por el brazo para que lo siguiera.

Cae Nieve en el InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora