Capítulo 40: Hablaba en serio

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En la noche no dormí, las pesadillas invadieron mis pensamientos y Doménico no estaba de tan buen humor como para hablar, supongo que lo que hice fue tan estúpido que él no quiere hablar conmigo.

Me levanté y me di una ducha esperando que eso me despertara porque estaba con mucho sueño, temía como me toparía hoy con Lucy.

¿Estará molesta?

Cuando salí de la ducha fui a ver qué ropa habían dejado para que usara hoy, era una chaqueta color verde opaco con una blusa de cuello, unos pantalones con unas botas muy calentitas, para complementar una bufanda y una boina del color café de las botas.

Me puse todo y me alisé el cabello solo para variar un poco al cabello ondulado, mientras yo acababa vi que Doménico se levantaba y dirigía hacia la ducha.

Cuando salió tomó su ropa y comenzó a cambiarse yo no volteé por lo penosa que soy, sé que ya he visto todo de él pero aun así no se me hace correcto verlo mientras se cambia, simplemente para mí no está bien eso.

Cuando acabó salimos los dos, creo que seguía molesto conmigo porque no me dijo nada de nada en todo el rato, era raro pero bueno si soporté cuando estaba molesto conmigo por lo de Bianca, ahora con más razón podría comprenderlo.

Fuimos al desayunador y temía que cara tendría detrás de esa puerta, sinceramente estaba que moría de nervios.

Era raro pero ella estaba… ¿feliz?

—Hola Lucy—dije yo apenada.

—Hola angelito—dijo ella alegre mientras daba una mordida a un sándwich de queso que sostenía con sus manos.

—Hola Lucy—dijo Doménico serio, él ya no confía en ella, se le nota en la mirada.

—Hola guapo—dijo ella sonriente.

—Disculpa lo de ayer—dije yo apenada.

—No te preocupes angelito sé que has estado muy estresada últimamente—dijo ella de manera ¿comprensiva?

—Gracias—dije yo seria.

Doménico sólo se calló, no me sorprende ayer metí la pata hasta el fondo y no creo que será muy fácil que me perdone.

Desayunamos rápido y fuimos a la caja de juguetes sin perder tiempo.

Primero Doménico y Lucy fueron a su cuarto de siempre y luego yo a mi oficina donde sorpresivamente Amaya ya estaba en el cuarto cuando yo entré.

—Hola Amaya—dije yo alegre de verla.

—Hola—dijo ella cortante, no parecía de buen humor.

—¿Quieres continuar con la historia?—pregunté de una forma calmada.

—Ya te conté todo lo que tenía que decirte—dijo ella mirando a la pared.

—¿Puedo hacerte preguntas por lo menos?—pregunté de forma tranquila casi como si hablara con una niña pequeña.

—Si eso quieres—dijo ella extrañamente seria y quieta.

—¿Qué te dijeron tus papás cuando vieron a tú hermano?—pregunté llena de duda.

—Bueno… recuerdo que mi mamá subió hasta donde yo estaba, tenía la cara roja y llena de lágrimas al igual que yo y muy molesta me preguntó que había pasado, yo quedé helada en cuanto las palabras salieron de su boca ya que si le decía la verdad estaba segura que terminaría presa—dijo ella.

—Pero los niños no pueden ir presos—dije yo dudando.

—Haber, trata de explicarle eso a una chica que acaba de matar a su hermano accidentalmente. La verdad dudo que puedas hacerlo—dijo Amaya molesta conmigo.

Cae Nieve en el InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora