Capítulo 9: Jacob Farrow (Editado)

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Esa mañana parecía idéntica a la otra. Nos habían levantado a la misma hora y hasta habíamos tomado los mismos turnos para el baño. La única diferencia era la ropa. 

Esa vez dejaron para mí un pantalón de mezclilla oscura, unos botines negros, una blusa de cuello del mismo color que los botines y una chamarra de pluma de ganso blanca. Por un momento había pensado que dejarían de darme cosas blancas para resaltar que era un “angelito”. Me puse todo, lo único que llegué a plantearme si ponerme  fue la chamarra porque no me gustaba usar ropa que contenía restos de un animal muerto, sin embargo terminé poniéndomela por el frío monstruoso de ese día.  

No pude ver la ropa de Doménico hasta que salió del baño. A él le habían elegido un pantalón de mezclilla clara, con una playera azul de manga larga y color azul cielo; unos tenis tipo converse se encontraban en sus pies. Para cubrirlo del frío le habían dado un chaleco azul marino, que también era de pluma de ganso. El único accesorio que llevaba puesto era un gorrito del mismo color del chaleco, sólo  que con rayas blancas. 

Ahora cuando bajamos fuimos directo al comedor, sin necesidad de un guía. 

Lucy estaba hablando por teléfono, ni siquiera notó cuando entramos. No me pareció extraño porque sabía que era Lucy una mujer con muchas responsabilidades, me pareció lógico que en algún momento la veríamos de esa manera. Para no perturbar su llamada, nos sentamos sin hacer algún tipo de ruido. 

Esa vez no nos habían pedido opinión para el desayuno. Frente a nuestros lugares había huevos con tocino en un plato y al lado una taza de café caliente.  

El tocino estaba tostado y delicioso. El huevo no tenía nada de especial, era sólo un huevo guisado. Lo que menos me apeteció fue tomar el café porque nunca me ha gustado, lo tomé únicamente cuando pensé que sino lo hacía podría ser grosera o que tal vez ganaría que llamaran a algunos de los “esclavos” para que me trajera algo más. 

Cuando terminamos lo que había en nuestros platos, Lucy nos llevó hasta La caja de juguetes sin despegarse de su teléfono, me pregunté qué tan importante sería, pero no era asunto mío de lo que fuera que estuviera hablando. 

Ella y Doménico me dejaron en mi oficina, donde me quedé esperando a que entrara el siguiente paciente. 

Tenía la duda de cómo sería esa persona, si fuera como Alison no avanzaría mucho. Lo único que me consolaba era saber que sería mayor que la chica de aquel día, esa persona podría ser más madura. 

Estaba observando mi bolígrafo cuando de pronto se abrió la puerta. 

Pude apreciar que era un hombre adulto el que había entrado.  

Una mala señal para mí porque me era más difícil hablar con personas del mismo sexo. 

El hombre era gordo. Es más, no gordo, extremadamente obeso. También era calvo y muy alto. Me recordaba a un tío mío que siempre estaba ebrio en las reuniones familiares. Al verlo agradecí que su ropa se pareciera nada más que en el color a la de Alison, porque la de él era más holgada. Ventajosamente dejando mucho a la imaginación.  

En realidad la sorpresa de verlo fue que sólo me había tocado ver personas atractivas desde que había muerto y él representaba todo lo contrario. Si lo comparaba con Doménico me encontraría con que eran agua y aceite. 

Antes de poder invitarlo a sentarse, él se acomodó en el sillón. No pareció importarle que él lugar no era de él. 

En mi libreta escribí que era confiado, tampoco se me escapó que él no había sido traído a rastras como Alison. Tal vez había algún tipo de juguetes privilegiados o alguna clasificación de la que no estuviera enterada, eso no lo anoté porque era una hipotesis irrelevante que podría responderme Lucy facilmente. 

Cae Nieve en el InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora