Capítulo 11: Violeta Zisis (Editado)

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A la mañana siguiente me desperté más cansada que de costumbre, tuve algunas pesadillas que, en su mayoría, lograron involucrar a los juguetes. La más aterradora fue cuando Amaya me ahogaba en el mar y veía como mi cuerpo desaparecía por el horizonte.  

Después de estirarme volteé a ver a un reloj, que se encontraba en la pared. 

Había dormido casi una hora de más.  

Traté de guardar la calma, pero me fue imposible cuando me di cuenta que Doménico ya había dejado la habitación sin mí. 

Corrí a la regadera, me di una ducha en unos seis minutos, me puse una blusa blanca, un suéter azul verdoso, que quedó un poco chueco por la prisa; unos pantalones de mezclilla y unos tenis tipo converse, del mismo color del suéter.  

Para ahorrarme el tiempo de peinado me puse una boina blanca, la misma de mi primer día en el infierno, sobre mi pelo mojado. 

Bajé las escaleras y fui tropezando hasta el comedor. Cuando entré ,Lucy y Doménico estaban acabando. 

—No desayunaré. Vámonos—le dije a los dos. 

—Angelito, debes desayunar. 

—Ya es tarde. 

—Lottie, sino desayunas, no vamos. Me encargaron cuidarte y eso voy a hacer, no irás a entrevistar a nadie hasta que comas algo. 

Por un momento pensé que estaba bromeando pero, al ver sus ojos, me di cuenta que hablaba muy en serio.  

Me senté de mala gana en la mesa y, muy a fuerzas, me comí un plato de avena con trozos de manzana picada. Podría decir que al menos lo comí a gusto, pero eso no sucedió. Lucy se empeñó en apurarme, tanto que en varias ocasiones casi logro ahogarme con los trozos de manzana.  

El suceso de la manzana no ocurrió por comer rápido, pasó porque me distraje al ver lo raro de su comportamiento. Por alguna razón ella estaba más ansiosa y emocionada que de costumbre. Y eso no me gustaba. 

Cada vez que ella se mostraba de esa manera por algo no podía predecir si lo que me fuera a enseñar sería bueno o malo. Pensé que algún suceso de ayer me daría alguna pista de qué me aguardaba pero no, Lucy el día anterior estaba molesta por algo y en ese momento estaba feliz por otra cosa totalmente diferente. 

Volviendo al desayuno, lo terminé en cuestión de minutos y dejé la cuchara a un lado. 

—¿Nos vamos?—pregunté molesta por no haber comido en paz. 

Lucy, en respuesta, me tomó por el brazo para que la acompañara. Sin embargo la quité bruscamente por un reflejo. 

—Lo siento, fue sin querer—me disculpé por miedo a que se hubiera molestado por el empujón que le di. 

—No te preocupes, angelito.—No dejaba de tener alegría en su rostro y comenzaba a asustarme un poco—. Debí haberte avisado, fui grosera porque te tengo una pequeña sorpresa que no puede aguardar más. 

Doménico se nos quedó viendo, como si analizara la situación y, por su último gesto, supe que no le convencía nada la sorpresa que me tenía Lucy. 

Como no protesté, la chica volvió a tomarme la mano y la dejé casi llevarme a rastras hasta mi oficina. 

—Espera aquí, angelito—ordenó mientras salía del cuarto. 

Era raro que me dijera que esperara, normalmente me decía que estaría en el otro cuarto. Creí que tal vez se había equivocado y me puse a aguardar la llegada del siguiente juguete. 

Cae Nieve en el InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora