Capítulo 5: El infierno (Editado)

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Para seguir haciendo el mismo contraste que el de las puertas contaré que dentro había un señor muy diferente al que me recibió cuando llegué al cielo. Éste tenía una mirada agotada como si nunca descansara, además de estar extremadamente sucio. Incluso podría jurar que su cadáver vino con él al infierno. 

—¿Son los invitados del cielo?—preguntó él con una mirada perdida, por poco hizo que no me diera cuenta que nos hablaba a nosotros. 

—Sí, señor—respondió Doménico antes de que yo pudiera contestar. 

Noté que esa habitación era muy diferente a la recepción del cielo. En ella todo estaba decorado con la técnica barroca aunque en lugar de tener ángeles tenía demonios o al menos eso parecía porque no le encontraba mucha forma.  

El señor levantó un teléfono azul marino que tenía al lado con una mano temblorosa que me hizo pensar que tenía miedo de a quién fuera a marcarle. No tardé en confirmarlo cuando comenzaron a oírse gritos molestos de alguien al otro lado del teléfono, obligando al hombre a separar un poco su oreja del aparato. Pero eso no lo detuvo para volver a intentar hablar con la persona que hace unos momentos le había reclamado la llamada. 

—Disculpe la molestia. Usted me dijo que le llamara en cuanto llegaran...—comenzó a explicarle pero se vio interrumpido por el abrir de la puerta que se encontraba a su lado. 

Ante nosotros estaba una chica con cabellos dorados. 

Comenzó a ver la habitación y decidí observarla con más detalle.  

Por su rostro concluí que tendría más o menos mi edad; era considerablemente más alta que yo, mediría tal vez un metro con setenta centímetros; era delgada pero no anoréxica, de hecho su figura estaba bien cuidada; y tenía una mirada imponente en su rostro que no pude evitar grabar en mi mente. Su vestimenta consistía en un vestido azul de noche, como el que se usaría para ir a un bar o un coctel, que combinaba con sus ojos verdes felinos que parecían buscar algo. Podría concluir que lucía como una modelo. 

Cuando nos vio casi dio un salto de alegría y velozmente fue hasta donde nosotros estábamos parados. 

—Muchos saludos, mis pequeños angelitos—saludó mientras nos daba a cada uno un beso en la mejilla. 

—Hola. No quiero sonar grosera pero ¿quién eres?—pregunté mientras ella me daba un fuerte abrazo del que tenía muchas ganas de salir porque estaba invadiendo mi espacio personal. 

—¿Quién crees, tontita? Yo soy la encargada de aquí—contestó como si fuera muy obvio. 

"¡Rayos! ¡¿Ella es el Diablo?!" exclamé para mí misma en la mente porque se veía tan inocente que esperaba que por su actitud alegre fuera algo así como una broma para romper el hielo. 

Como no dije nada ella nos indicó que pasáramos a lo que ella decidió que era su momento de charlar. 

—Sus nombres son Charlotte y Dominique ¿verdad?—preguntó viendo a Doménico de una forma algo pervertida. 

—Sí—contesté porque mi nombre sí lo había dicho correctamente. 

—El mío en realidad es Doménico—corrigió el rubio con un tono muy cortés. 

—Lo siento, guapo. Es que suenan igual—se disculpó la mujer con una sonrisa que me dijo que se había equivocado a propósito para poder hablar con él—. Mi nombre es Lucifer pero todos me llaman Lucy. 

—¿Te llamas Lucifer? 

—¿Quién te puso ese nombre?—pregunté ya que para mí ese no era nombre común mujer si mucho para un gato o una mascota. 

Cae Nieve en el InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora