Capítulo 29: Una historia de venganza

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Le seguí dando el beso y sin avisarle le volví a cerrar la puerta en la cara, creo que ahora si le di en la nariz porque gritó fuerte cuando cerré.

—Vamos Charlotte—dijo él del otro lado.

—No te voy a abrir—dije yo con una risita.

—¿Por qué?—preguntó él algo gangoso, creo que se está cubriendo la nariz.

—Para que veas lo que sentí el día que me dejaste afuera—dije yo burlona.

—Vamos apiádate de mí—dijo él tocando de nuevo.

—Cuida que no te viole Lucy cariño—dije yo con un tono dulce.

—Conste que si se me insinúa voy a aceptar—dijo él en tono de broma.

—Haz lo que quieras—dije yo—dile a Lucy que hoy no comeré ni cenaré.

—¿Así de fácil vas a dejarme ir?—preguntó él decepcionado.

Yo me acosté en la cama y comencé a leer las notas que tenía hasta ahora de Amaya, bueno ya sé porque mató a su hermano, fue estúpido pero en fin, ya sé por qué.

De pronto recordé que al siguiente día tendría dos horas con Violeta para escuchar su asesinato completo y su casi asesinato. Me pregunto que habrá evitado que asesinara a la última persona, algún error o algo diferente.

Entre tantos pensamientos me quedé dormida y no desperté hasta la mañana siguiente en la cama “desparramada”, me di una rápida ducha, me puse ropa abrigada y fui a desayunar y ahí estaba Doménico dándome una dura mirada.

—¿Cómo dormiste?—pregunté con una satisfactoria sonrisa.

—Incomodo—dijo él viéndome feo.

—¿Dónde dormiste?—pregunté todavía sonriendo.

—¿Ahora si te intereso?—preguntó él con una sonrisa.

—Siempre me has interesado—dije yo coquetamente.

—Hasta ayer ¿no?—dijo él mordazmente.

Lucy estuvo un largo tiempo viéndonos con una sonrisa, creo que quería unirse a la “diversión” pero la verdad no la dejamos.

—Me encanta verlos así, pero ya tenemos que irnos—dijo ella con mucho ánimo.

Salimos como siempre a la nieve, pero la diferencia es que ahora no podíamos ni ver el camino porque era como una tormenta de nieve.

—¿No pudiste ponerlo más frio?—le pregunté a Lucy.

—Si quieres lo hago más—dijo ella molesta.

—No, ya está bien así—dije resignada.

Cuando entramos estaba calentito adentro, me tuve que quitar la chamarra que traía puesta porque estaba empapada una vez que entramos. Fui a mi oficina y me acomodé en mi muy cómoda silla y esperé a que Violeta entrara.

—Hola—dijo ella mientras se sentaba en la silla.

—Hola Violeta—dije yo sintiéndome poderosa por saber que ella tendría que contarme todo en esas dos horas.

—¿Para qué me quieres aquí dos horas?—preguntó ella viéndome molesta.

—Necesito saber ya todo sobre los asesinatos—dije yo con una sonrisa.

—¿Y si te dejo con la duda como Jacob?—preguntó ella con una sonrisa.

—Podrías hacerlo pero sé que tú a diferencia de Jacob mueres por contarme tu historia—dije yo con una cara de “Ajá”.

Cae Nieve en el InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora