Capítulo 17: Tiempo de calidad

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Cuando entramos a la habitación estaba analizando los apuntes de Amaya hasta que recordé que tenía que saber más de Doménico. De todos era al que menos conocía, incluso sabía más de la vida de Lucy que la de él y eso sinceramente me daba pena.

Después de unos segundos tratando de armarme de valor para preguntarle logré que unas palabras salieran de mi boca.

—Hola—cabe recalcar que en este punto fue lo único que se me ocurrió decir.

—¿Hola?—dijo Doménico confundido—¿No te había saludado hoy?

—No que yo recuerde—dije tratando de disimular mi tontería.

—Pues hola—dijo él con una sonrisa mientras leía un libro.

—¿Qué estás leyendo mi molesto amigo?—pregunté acercándome a él.

—Un libro—dijo él muy serio.

—Eso puedo verlo. ¿Cómo se llama?—pregunté poniéndome en frente de él.

—El crimen de Lord Arthur—dijo él sin despegar los ojos del libro.

—¿Y de qué trata?—pregunté tratando de seguir la conversación.

—De un hombre al que el futuro le ha indicado que tiene que matar a alguien para que su vida sea como debiera, entonces él buscará desesperadamente asesinar a alguien para casarse con su prometida—dijo él todavía sin mirarme.

—Eso suena interesante—dije todavía viéndolo.

Él al verme todavía parada en frente de él cerró el libro, y se me quedo viendo un largo rato como si hubiera hecho algo malo.

—¿Qué?—pregunté.

—¿Qué me quieres pedir?—preguntó viéndome tranquilo.

—¿Yo? Nada—dije porque era la verdad.

—Soy muy consciente de que las mujeres me hablan bonito por dos cosas: La primera es porque creen amarme, lo cual descarto contigo porque si no fuera así me rogarías que me acostara en la cama. Y la otra razón, que creo que ésta se da en tu caso, es que me quieren pedir un favor—dijo él sentado en la cama.

—No, yo sólo quería saber más sobre ti, porque de todas las personas que he conocido desde que morí eres con la que he convivido más y con la que he hablado menos—dije yo admitiendo toda la verdad.

—¿Y no era más fácil decírmelo directamente?—dijo él con una sonrisa en su cara, no estoy segura si era porque me consideraba tonta o tierna o ambas.

—Entonces cuéntame. ¿Qué hacías antes de morir?—pregunté sentándome en la cama junto a él.

—Trabajaba con mi papá arreglando aparatos electrónicos—dijo él con una sonrisa—nos llevaban desde reproductores de música hasta consolas de videojuegos y televisores, era genial trabajar con mi papá—dijo él algo nostálgico.

—¿Y no estudiabas?—pregunté cuando me di cuenta que él ya había acabado de hablar.

—Claro que estudiaba y aunque no lo creas era un alumno aplicado—dijo él con una sonrisa.

—¿Tú aplicado? Jamás lo hubiera imaginado—dije sarcásticamente.

—Muy graciosa—dijo él como diciéndome “Qué simpática”

—¿Y cuál es tu dulce favorito?—pregunté al verlo.

—Los bastones de caramelo—dijo él lambiéndose los labios.

—¿Y los tuyos cuales son Charlotte?—él preguntó realmente interesado.

—Soy una adicta al chocolate—dije sonrojándome un poco.

Cae Nieve en el InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora