-Tres años después-
Hoseok tenía el barbijo puesto, las manos enguantadas y la música tan alta que apenas podía oír el pitido de la máquina de tatuar en sus manos. El tipo ese había pedido los nombres de sus hijas en un brazo, muy bonito. Aunque no podía decir lo mismo de la tipografía. Pero, bueno, tampoco es que tuviera que importarle tanto; cada tatuaje era una marca de personalidad en cada persona. Eso lo tenía claro.
Hacía tres años se había metido en el dibujo. ¡Lo adoraba! Dibujaba todo el tiempo, día y noche, antes de repartir pizzas, y en el taller, en su casa por la mañana, cuando hablaba por teléfono. ¡Si no dibujaba mientras se duchaba era porque el papel se haría trizas! En fin, que luego de terminar el taller y obtener un título se desvió por el arte sobre la piel, y tras unas semanas ya tenía un empleo fijo en Roses & Spines.
Frenó al ver la cara de dolor del tipo y levantó la aguja.
-¿Quiere tomarse un descanso? Hace un poco de calor, ¿un vaso de agua? -habló, su voz sofocada por el barbijo.
El hombre asintió con cara de dolor y Hobi no pudo resistir una sonrisa mientras dejaba la máquina a un lado y se levantaba para bajarle a la música. Y es que mientras tatuaba le ayudaba a meterse en una especie de estado zen, pero luego era francamente molesto. No podía mantener una conversación con el cliente.
Se quitó los guantes y, cuando apagó el radio, oyó una musiquita proveniente del escritorio. Se acercó y vió que tenía una llamada de un número desconocido.
Se apresuró a llevarlo a su oreja y bajarse el cubrebocas.
-¿Diga?
-¿Hoseok?
Su mirada se neutralizó, pegándose a una pared pero sin verla en realidad. Sintió que las piernas le pesaban y por un momento un mareo le hizo temer por caer de bruces al suelo. Se sostuvo con una mano del borde de la barra de marfil que hacía de caja y respiró hondo por la nariz.
No podía creer oír esa voz al teléfono, ¿hacía cuánto...? ¿¡Hacía cuánto!?
Sintió una punzada de dolor en el pecho y se llevó la mano allí, cerrando los ojos un momento.
-¿Jimin? -murmuró, con la voz algo quebrada.
-Es Tae -el muchacho abrió los ojos como platos-. Despertó.
A Hoseok el teléfono se le resbaló de la mano, pero eso no le importó. Corrió a buscar su mochila y salió corriendo del local, ignorando por completo las quejas del tipo que estaba tatuando.
-Anda, nenaza. Han venido por ti -el policía lo fue a buscar a su cubículo.
Jungkook levantó la mirada del cuaderno en el que estaba dibujando un hombre de alas negras, y frunció el entrecejo.
-Levanta tus cosas, es Navidad.
El muchacho pasó el palito del chupetín de un lado a otro de la boca y se apresuró, no sin cierta elegancia, a recojer sus cosas. Que no eran muchas, realmente: un cuaderno y carbonillas. Lo demás podía regalárselo a su compañero de cubículo, que le vendrían mejor.
Puso las manos al frente, sosteniendo el dibujo, y dejó que el policía lo esposara.
-Bonito, eh -murmuró un tipo, otro encarcelado, al pasar por allí y detenerse a mirarlo-. ¿Ahora te dedicas al arte del dibujo, y no al arte de chupar pollas? Menudo artista, bomboncito.
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You Never Walk Alone [Namjin// Yoonmin// Vhope]©
Fanfic[SEGUNDA PARTE DE MY SWEET PRINCE] ©Obra Registrada 2020 Eunice Balbi Se prohíbe la copia total o parcial de la novela, como también adaptaciónes.