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-No sé si es la mejor idea -murmuró Hoseok, caminando con dificultad entre los pastos altos.

-Ya lo sé, ha pasado mucho tiempo -Taehyung suspiró con resignación-. Puedo imaginarme que con la lluvia todo se ha echado a perder.

-No es eso. Verás, yo... me ocupé. Un tiempo.

Taehyung frenó su caminata entre latas de refresco vacías y se giró a verlo con curiosidad.

-¿En serio? -sonrió, conmovido. Y se giró completamente hacia él, juntando las manos a la altura del pecho-. Hobi, eso es... Es muy dulce de tu parte.

-Y créeme, lo habría seguido haciendo.

-Sé que te asustan los fantasmas, jamás te habría pedido que vinieras sólo a la estación de trenes abandonada.

-El único fantasma que me asusta ahora es el de tu ausencia -murmuró el otro, tan de sopetón que instantáneamente apartó la mirada algo cohibido. Le estaba siendo muy difícil no decirlo todo así como lo sentía; y es que había tenido mucho tiempo para pensar, manteniendo conversaciones con Taehyung una y otra vez en su cabeza y sin poder decirle ni una palabra-. Pero creo que no todo el mundo aquí le teme a los fantasmas.

-¿Por qué dices eso? -inquirió Taehyung, siendo empujado repentinamente por atrás. Se giró, parpadeando, y bajó la mirada hacia un hombre enano con cara de mal humor vestido de colores.

-¿¡Quieres fijarte por dónde vas!?

-Yo... -éste parpadeó, atónito, fijándose en la cantidad de espacio que había para pasar a todo lo largo y ancho de la vieja estación-. Lo siento.

Y entonces fue cuando el menor levantó la mirada, abriendo mucho los ojos y la boca: frente a ellos se alzaba, roja y amarilla, esplendorosa y gigante, una carpa de circo tan llamativa que era difícil apartar los ojos de ella. Alrededor, camiónes, tiendas de campaña y mucha gente dando vueltas. Malabaritas, tipos levantando pesas, mujeres con polleras larguísimas: toda una familia circense que ahora vivía en aquel descampado, ofreciendo a quien quisiera sus shows llenos de magia y rarezas.

-Madre mía... -comenzó éste.

Hoseok suspiró, asintiendo tristemente con la cabeza. Comprendía a la perfección el sentimiento de su amigo: todo aquel lugar maravilloso, increíble, que Taehyung había creado tanto tiempo ahora se había reducido al polvo. Ya no quedaba nada de eso. Ni las cabinas, ni los vagones, ni mucho menos todas las cosas increíbles que el muchacho había armado meticulosamente. Cuando él lo vio, cambiado de la noche a la mañana, una tristeza profunda lo embadurnó. Podía imaginarse que para Taehyung sería aún más doloroso.

El mayor miró el suelo.

-Tae, yo...

-¡ES GENIAL!

-Lo sé, lo siento... -Hoseok parpadeó y levantó la mirada de repente, viendo cómo Taehyung corría para acercarse-. Espera, ¿qué? ¡Taehyung! ¡No corras!

Hoseok trastabilló con una botella de cerveza vacía en el suelo, cayendo de bruces al suelo. Se levantó rápidamente y volvió a correr hacia su amigo, pero éste ya le estaba haciendo una amplia reverencia a una mujer con un vestido enorme que lo miraba sin comprender mientras que un payaso anciano, a su lado, enarcaba graciosamente una ceja en desconfianza.

-¡Annyeonjaseyo! -exclamaba Taehyung. Y al ver que no les devolvían la reverencia, porque esa gente claramente no era de Corea, les tendió la mano-. ¡Soy Kim Taehyung!

-¿¡Es que acaso quieres tocar a mi mujer!? -exclamó el payaso en un coreano con acento muy alemán, levantando en alto un paraguas ante la mirada atónita del muchacho.

You Never Walk Alone  [Namjin// Yoonmin// Vhope]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora