Secretos.

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Protegerte. Protegerte. Protegerte. Recordada una y otra vez aquella palabra que había salido de la boca de Jughead, la última antes de besarle, la última a día de hoy. No es que estuviera escondiéndome, pero me avergonzaba de aquello y sentía que él conseguiría que me avergonzara si nos volvíamos a ver. Podía  imaginármelo riéndose con sus amigos, de como la reina de hielo le había besado en aquella clase de arte y después había huido sin poder decir nada más, muerta de vergüenza. Y realmente, así había sido, aún seguía intentando descifrar que fue lo que me impulsó a hacer aquello. Me había dicho que quería protegerme, pero no entendía de qué, él me odiaba y yo a él y entonces, ¿por qué le había besado?

-¿Estas ocupada?- escuché decir a Marcus mientras esperaba una respuesta frente a la puerta de mi habitación.

-No, pasa. -le dije acomodándome en la cama.

-¿Qué tal estás?

-Bien.

-Te he notado rara estos últimos días. Más distante, menos... controladora.- dijo divertido.

-No, simplemente estoy algo liada estos días.- dije intentando disimular mi malestar por haber sido tan obvia, aunque Marcus siempre había tenido una habilidad especial para saber como me sentía.

-Vale, bueno. Vamos a ir a la playa, los chicos y yo. Quizás te apetezca pasarte. Irá bastante gente, hacen una especie de tradición de hogueras.

-No te preocupes, tengo que estudiar.- le dije riendo desanimada mientras agitaba el libro que tenía en las manos.

-Esta bien, pero si cambiar de idea, ya sabes donde estaremos. Puedes venirte con Verónica. -dijo marchándose.

-Marcus, espera. Gracias. -le dije sonriendo, sentía que otra vez volvía a confiar en mi, aunque esta vez, era yo la que guardaba secretos.


Eran las cuatro de la mañana cuando escuché mi teléfono sonar por primera vez aquella noche. Casi me caigo de la cama después de aquel susto, miré rápidamente el número que aparecía en la pantalla temiéndome lo peor, pero no, sólo eran un montón de números desconocidos. Apreté el botón verde.

-¿Si? -nadie contestó.

-¿Hola?- repetí.

-¿Quién eres? - dije esperando alguna contestación.

Colgué. Algún idiota debía estar aburrido a estas horas. Acomodé mi almohada, dejé el teléfono en su lugar e intenté conciliar el sueño y entonces, cuando apenas habían pasado dos minutos, volví a recibir otra llamada.

-¿Si? -dije de nuevo. Y de nuevo, nadie contestó. Miré el número otra vez, era el mismo.

-Escucha imbécil, son las cuatro de la mañana, no vuelvas a llamarme. -y colgué.

Genial pensé, ahora tenía un stalker. Parecía que todo empeoraba por momentos. Me levanté agitada, había conseguido desvelarme, así que bajé a la cocina pensando en que el mejor remedio sería tomar algo de agua y quizás también algo de comer. Mientras, eché un vistazo a mis redes sociales, claramente yo era la única amargada que no había aparecido por aquel lugar, lo cual no era tan raro hace un par de semanas. Vi fotos de Verónica riendo, posando con alguna de nuestras amigas del grupo de animadoras, se la veía feliz. También vi fotos de Ryan, con su mítica chaqueta y un vaso de cerveza en la mano mientras parecía que intentaban imitar a los idiotas del equipo de fútbol, sacando músculos y poniendo cara de duros. No pude evitar reírme. Encontré también alguna foto de mi hermano, más discreto, como siempre, riéndose de Ryan y los demás. Parecía muy feliz y aquello, debía admitir, me incomodaba. No quería que sufriera y no quería que le hicieran daño.

Escuché un coche acercarse, imaginé que sería mi hermano, me acerqué discretamente a la ventana. Y allí estaban, Marcus, Ryan, Sweet Pea y mi hermano bromeando y hablando mientras este último salía del coche. Me quedé helada, un escalofrío me recorrió la espalda hasta llegar a congelar mi aliento y mi sangre. Volví a mirar por la venta, seguían riéndose y charlando. Quizás estaba totalmente loca, o quizás no. Marqué de nuevo el número que había causado que ahora me encontrara fisgando a mi hermano y a los serpientes por la ventana de mi propia casa. Pero necesitaba quitarme la duda. Presioné el botón de llamada, esperé unos segundos y entonces vi como Jughead Jones miraba la pantalla de su teléfono, cambiaba su expresión, colgaba y miraba rápidamente hacia mi casa.

Entonces, lo recordé, vi en mi cabeza otra vez aquella foto de mi hermano, Jughead salía detrás de ellos, me fijé mejor, parecía estar hablando por teléfono.

Entre luces y sombras  |  BUGHEAD.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora