Absoluta sobriedad.

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Colorete rosa, bálsamo labial, máscara de pestañas. Todo perfecto, todo en orden. Lista pensé, y salí por la puerta de mi cuarto con mi sonrisa forzada y mi entusiasmo algo fingido. La puerta de la habitación de Marcus estaba abierta, él debía haber salido ya, estaba muy atareado últimamente con los entrenamientos y las clases de refuerzo. Sonreí inconscientemente, Marcus si que era perfecto, sin esforzarse, sin esconderse, sin miedo. Marcus era la persona más importante de todo mi mundo.

-Betty, ¿cómo llevas la semana? - me preguntó mi madre mientras me sentaba junto a mi padre en la mesa.

-Todo en ord... como siempre.- Tenía que dejar de usar esa palabra continuamente

-Me alegro cariño. ¿Sabes si tu hermano va a bajar ya?

-Pensé que se había ido ya, recuerda que esta muy liado.

-¿Sin desayunar? Betty, tu hermano me va a volver loca. Hazme un favor y dale esto cuando le veas. - respondí con una media sonrisa y caminé hacia mi coche perfectamente aparcado en la puerta de nuestra casa.

Realmente nunca había sentido envidia de Marcus, de hecho, todo lo contrario. Él siempre sabe que decir, resulta natural sin ningún ápice de falsedad en sus palabras. Ademas, el tampoco tuvo una infancia fácil, cuando era muy pequeño sufrió problemas de estómago, y recuerdo verlo abrazado a su osito mientras le colocaban la mascarilla para llevarlo a quirofano, una y otra y otra vez. Quizás fue ahí donde comencé a sentirme impotente y enfadada con el mundo por lo que le había tocado vivir a Marcus.

-Buenos días B. - dijo mi amiga mientras me alcanzaba en el parking.

-Hola Verónica. - le contesté tirando de mi sonrisa hacia arriba todo lo que pude. -Tengo que buscar a Marcus, se ha ido de casa muy temprano.

-Pobre, tiene que estar muy cansado.

-Si.

-Y aun así, el tiene tiempo para salir... -dejó caer mi amiga.

-Veronica, ¿estas otra vez con lo del sábado?

-Esta bien, no he dicho nada, pero te estas volviendo muy rancia.

-No me importa Veronica, siempre te tendré a ti para complementar mi ranciedad.

-En eso tienes razón, pero aun así... da igual, eres un caso perdido. - Sonreí y cambie de dirección hacia el campo de fútbol.

Mientras caminaba algo distrajo mi atención, cerca de las gradas, sentí una mirada, un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. Me giré, una panda de moteros aserpentados se reían, se golpeaban y formaban alboroto. Entonces encontré aquella mirada, fría y cálida a la vez, acogedora y desgarradora, dolorosa e irónica. Fumaba y mientras aquel humo salía de su boca, su pelo bailaba con la brisa de primavera. Otra calada, y ahí, una media sonrisa me hizo ponerme en guardia, eché mi pelo hacia atrás, le mande una mirada de absoluta sobriedad y seguí mi camino. Era cierto, podia gustarle a cualquier chica del universo, pero no a mi.

Entre luces y sombras  |  BUGHEAD.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora