Herida.

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Intentar cambiar el pasado es imposible. Intentar recomponerte de una herida es posible, excepto si esa herida se ha extendido tanto que ni siquiera sabes donde empieza y donde acaba. Una herida que entra y profundiza capa a capa, instalándose en ti y cambiándote. Yo quería ser la de antes pero mi herida no me dejaba. 

Apagué el televisor cuando escuché la puerta cerrarse al fondo de la sala.

-¿Otra pelea? -dije sin girarme a mirar a mi hermano, ya no hacía falta.

-Esta vez no he salido tan mal parado.- me dijo mientras se sentaba a mi lado.

-¿Quién se ha llevado la peor parte?- pregunté acomodándome y poniéndole hielo en la cara.

-Jug. 

-Como no.- dije irónica, mirando hacía el suelo.

-Lleva unos días totalmente loco. Da miedo. -sentí una punzada de dolor y sentí como si aquella herida fuera física, cuando en realidad, todo era emocional. -No quiere hablar con nadie, se que está mal con su padre pero intentando matarse cada noche no va a mejorar nada.

-Cada uno tiene sus propios métodos de cerrar una herida. - dije, Marcus me miró extrañado.

-¿Qué? 

-Es curioso, él dijo lo mismo. -dijo algo divertido y a la vez quejándose por la presión con la que apretaba el hielo contra su cara.

No podía despojarme de la culpa. Esa culpa era dolorosa y no sólo nos afectaba a Jughead y a mi, también afectaba a Marcus. Quien cada noche llegaba a casa lleno de golpes debido a la necesidad de Jughead Jones de intentar olvidar todos sus problemas, yo no conocía en absoluto a Jughead Jones y aún así, sabia que estaba sufriendo, incluso más que yo. Cada uno estaba lidiando su propia batalla, contra sus propios demonios. 


-Betty. 

-¿Hola?- dije algo desconcertada mientras contestaba mi móvil.

-¿Tienes coche? 

-¿Qué? Si. ¿Pasa algo Ryan? 

-Si. Necesito que nos saques de un problema. 

-¿Por qué yo? -dije sin entender.

-Porque tienes coche y porque en parte, eres una de nosotros. ¿Recuerdas?- miré por la ventana, observé a mi hermano ayudar a mi padre en el jardín, mientras encendían las luces y recogían los muebles, las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer. 

-Ryan, ahora mismo no pue... -escuché un quejido de dolor. Me asusté. Pero Marcus estaba en casa, estaba a salvo. ¿Por qué iba yo a ayudar a esa gente?

-Por favor. -le escuché decir y entonces escuché la voz de Jughead, llena de ira y de dolor, casi rota. Pidiendo ayuda y gritando como un loco. 

-Mándame la dirección. -dije mientras salía de mi casa y arrancaba el coche.


La lluvia casi me impedía ver la carretera, el cielo estaba completamente negro. Apena unas luces alumbraban mi camino. Llegué a la dirección. Un callejón a oscuras, aquello parecía la escena de una película. Todo parecía ocurrir a cámara lenta cuando le vi, Jughead sangraba por la nariz y por la boca, su pelo estaba empapado, las gotas de lluvia resbalaban hasta su cara, juntándose con toda aquella sangre. Me quedé congelada, en parte por la lluvia, en parte por la escena. Ryan me vio y gritó a todos para que subieran a mi coche, todos hicieron caso excepto él, Jughead no soltaba a su víctima. En cada puñetazo le veía morir un poco más, sentí como si su herida se hubiera conectado con la mía, sentí su rabia, su ira, su oscuridad. Aquello escocía, como un hierro ardiendo. 

-¡Sube al puto coche, Jughead! - escuché gritar a Ryan mientras intentaba que parase. Pero él no podía escuchar a nadie. Escuché a lo lejos como los coches de policía se acercaban. Todos esos chavales contra los que se estaban peleando desaparecieron. Quedando sólo Jughead y su víctima en el suelo. Me acerqué a él, tan rápido como pude, teniendo en cuenta que estaba paralizada. 

-Para Jughead. -dije, pero no pareció oírme. ¡Para! -volví a gritar. Y entonces sollozó y puso sus manos a ambos lados, sobre sus oídos. 

-¡Sal de mi cabeza, joder!- dijo como un loco. Me arrodillé y sostuve su cara entre mis manos. 

-Escucha, mírame, tenemos que irnos. ¿Vale?- y como si de un niño de seis años se tratara, agarró mi mano y mientras me miraba en silencio corrió hacia el coche, sin soltarme ni un momento. 


-¿En que coño estabas pensando tío? -escuché que le decía Sweet Pea. Jughead no contestó, no había hablado desde que entramos en el coche. -Casi te matan y encima, casi nos pilla la poli. Estoy hasta los cojones de tus arrebatos. Recuerda que somos una familia, tienes que pensar en los demás, no solo en ti. 

Me atreví a mirar a Jughead por el espejo retrovisor, sabía que él llevaba mirándome desde que se había montado en el coche, pero yo no había tenido fuerzas para mirarlo. Sus ojos eran puro hielo, hace un rato, había mirado a los ojos al Jughead de seis años, un niño lleno de miedo, que gritaba que le ayudasen. Ahora, volvíamos a la oscuridad.

-¿Quién la ha llamado? -dijo refiriéndose a mi.

-Yo- dijo Ryan.

-Era de esperar.- le escuché decir con sorna y rabia.

-Tio, nos ha salvado el culo. No seas imbécil. 

-Yo no necesito su ayuda. Me bajo aquí.- dijo intentando abrir la puerta. Frené en seco.

-Espera.- le grité cuando pasó a la altura del asiento del conductor.

-¿Qué? -me dijo girándose y mirándome otra vez. Vi tanto odio en su mirada que me asusté. Estaba empapado, tenía la cara llena de sangre, cortes y moratones. Aquella imagen me hizo estremecerme. No pude decir ni una sola palabra.

-Me lo imaginaba. -dijo Jughead mientras se marchaba, decepcionado, enfadado y abatido. Tampoco podía culparle, después de lo que le había dicho no encontraba las palabras para poder disculparme. 

Mientras veía como aquella serpiente de su espalda desaparecía por las oscuras calles, entendí que aquellas heridas acabarían cerrándose tarde o temprano, pero darían paso a algo peor, que llevaríamos con nosotros de por vida, recordándonos una y otra vez que nada sería como antes, al fin y al cabo, así es una cicatriz, imborrable e inolvidable.






Entre luces y sombras  |  BUGHEAD.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora