-2-

9.5K 230 43
                                    

No pasó una buena noche, la cama fue testigo de las ciento de vueltas que dio buscando un refugio a las palabras y reproches que le atormentaban la mente. Todo había ido tan bien que cuando, en cuestión de segundos, se desvanecieron todas sus esperanzas la caída dolió mucho más.

Solía pasar, sobre todo en verano, se ilusionaba más de la cuenta con una sonrisa o un gesto en concreto y luego la realidad era fría y cruda.

Horas después, cuando por fin llevaba un tiempo sustancial durmiendo, notó como una parte del colchón se hundía y su mano tocó algo demasiado cálido para tratarse de un objeto inanimado. No le quedó más remedio que abrir los ojos, cuando la luz que entraba de la ventana dio directamente en su cara yse vio obligada a taparse hasta arriba con las mantas emitiendo un infantil quejido y haciendo reír a la persona que seguía sentado a los pies de su cama.

—Buenos días, bicho —murmuró Luis aprovechando para acercase más a ella tras bajar un poco la persiana. Visto que su amiga no hacia intención de salir de su escondite se tuvo que aventurar él mismo a destaparle, solo un poco, para que viera que ya no había peligro de cegarse con la luz del sol— ¿Cómo estás?

—Bien —balbuceó rascándose el ojo con el puño cerrado mientras, con el otro, le contemplaba. A Luis la imagen le sacó una sonrisa y, casi involuntariamente, acarició su mejilla en silencio— ¿Y tú?

Bueno... —suspiró— estaba un poco preocupado por si te habías enfadado conmigo —admitió cabizbajo pero sin romper el contacto que la piel de su mano había establecido con la de la cara de Aitana. La catalana le observó durante unos segundos intentando organizar sus ideas, identificando ese sentimiento que le presionaba el pecho, arrepentimiento.

Se culpaba por haber sido tan egoísta la noche anterior con él, ante todo ese chico era su mejor amigo, su apoyo, una de las personas más importantes de su vida y había desaprovechado tiempo con él por un tonto capricho que bien sabía desde hacía mucho tiempo era imposible.

—Pero, ¿por qué me iba a enfadar yo contigo, idiota? No digas tonterías —regañó sonriéndole y posando su mano sobre la que Luis seguía teniendo en su rostro— Estaba un poco tonta porque llevaba todo el día encerrada estudiando y me moría de sueño, siento si te hice sentir mal.

— ¿Segura?

—Que sí, de verdad —con la mano que tenía libre buscó el móvil y al ver la hora sus ojos casi se salen de las cuencas— ¡Pero si es súper pronto!

—Ya... Es que quería hablar contigo y no podía dormir más.

— ¿Solo era eso? —Luis asintió. No, claro que no era eso, pretendía arriesgar pero una vez más se echó hacia atrás. No podía cagarla, no con ella— Pues es que he dormido fatal y estoy muerta, ¿te importa que cierre los ojos un poquito más?

—Claro que no, descansa, siento haberte despertado.

A disgusto de ambos la mano se alejó de la mejilla que llevaba rato acariciando pero, en un movimiento rápido, Aitana atrapó su muñeca impidiéndole levantarse.

— ¿Te quedas? —preguntó poniendo la misma carita de pena que cada verano cuando, ya fuera por fuertes tormentas, bajones emocionales o pesadillas le ponía para convencerle de que durmiera con ella. Aunque no es que hiciera falta demasiada insistencia.

—Claro, déjame un hueco —concedió él conformándose, una vez más, con poder dormir abrazado a ella aunque fuera con todas las barreras que aún les separaban.

La mirada de Aitana analizaba cada uno de sus movimientos. Solo cuando los brazos del gallego se estiraron invitándola a refugiarse en ellos volvió a cerrar los ojos y soltó un suspiro que hasta el propio Luis pudo confirmar que no había sido imaginación suya.

ArenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora