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— ¿Cenamos aquí? —pregunta al verla en pijama cuando le abre la puerta.

—No, estaba aún deshaciendo una de las maletas que lo he ido dejando y... —Luis pone los ojos en blanco, acaba pasando al piso tras la invitación de la chica— ¿Me ayudas? Seguro que entre los dos acabamos antes, te invito a la cena como compensación.

—Tira anda, eres de lo que no hay...

Lo cierto es que Miriam no andaba desacertada y, en menos de un puñado de minutos, terminan con la tediosa tarea que ella llevaba posponiendo desde el viernes. Luis se queda en el sofá del comedor a la espera de que su amiga termine cuanto antes de ducharse, ya tenía hambre cuando ha ido a despedir a Aitana a la estación y se ha resistido a comer nada para tener apetito por la noche.

La puerta principal se abre dejando a Rubén algo parado al entrar a su casa y encontrarse a un total desconocido en ella. Luis asume que el chico que carga con una tina repleta de ropa es el compañero de piso del que tanto Miriam y Aitana le han contado y se pone de pie con una sonrisa conciliadora.

—Voy a suponer que eres Pablo —afirma el rubio de forma jocosa.

—Vaya, veo que has hablado ya bastante con Miriam —ríe Luis extendiéndole la mano para saludarle—, pero no, solo soy un amigo. Luis.

—Ah, vale —El chico recupera su característica sonrisa, sujeta la cubeta que tenía entre las manos con un solo brazo apoyándola en la cadera y corresponde el gesto—. Soy Rubén, encantado.

—Igualmente —asiente, el chico le pide que vuelva a sentarse y pregunta por cortesía si quiere tomar algo— No, gracias, solo estoy esperando que Miri salga de la ducha.

—Perfecto pues voy a ponerme con esto.

Sobre la mesa Rubén vuelca el contenido, una gran montaña de ropa que la misma Miriam se ha encargado de llevar a la terraza común del edificio y tenderla. Cuando el chico se da cuenta de que en esa tanda hay ropa de ambos se acerca a la puerta del baño llamando un par de veces hasta que el agua deja de escucharse.

—Miriam, te dejo la ropa sobre la cama ¿vale?

— ¡Gracias Ru! —El chico sonríe a la madera y continúa con el doblado parándose en especial con una prenda que le hace dudar.

— ¿Sabes si esto es de ella? —Le comenta algo extrañado al gallego que ya le estaba observando divertido— Es que me parece muy grande pero juraría que mía no es.

—La verdad es que ser, ser como tal, es mía —asegura Luis—. Se la debió dejar Aitana el otro día.

—Anda, ¿pero la conoces? —pregunta con sorpresa a la vez que se dice a si mismo que, siendo amigos ambos de Miriam, tampoco es tan extraño.

—Un poquito —reconoce él riendo—, soy su novio.

— ¡Hostia, claro! Tú eres el famoso Luis, no había caído.

—Perdona, ¿famoso?

—Se más de ti de lo que quisiera reconocer —admite divertido dejándole la prenda bien doblada a su lado—. Es un amor de niña, la verdad.

—Lo es —susurra el gallego reprimiendo la sonrisa todo lo que puede.

Miriam sale ya vestida del baño y observa a los chicos charlar animadamente, le ilusión que su compañero de piso tenga tan buen rollo con las personas de su entorno pero con Luis es incluso un poco más especial. Él y Roi son las únicas personas que tiene en Madrid, son casi como su familia y que uno de ellos, el único que de momento le ha conocido, se lleve bien con él es una buena señal de que no está tan equivocada.

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