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— ¡Sorpresa! —exclama el chico levantándose del sofá blanco que preside el rellano. Con los brazos abiertos espera a que Aitana corra a sus brazos para achucharla finalizando el gesto con un tímido pico por parte de ella.

— ¿Pero qué haces aquí? Si hemos hablado antes de marcharme a cenar y me has dicho que estabas viendo una serie...

—En eso consisten las sorpresas, boba —murmura acariciando su espalda bajo la blusa— No voy a poder venir cuando teníamos planeado y no quería perderme un fin de semana contigo, te voy a echar de menos todo el verano.

—Jo, muchas gracias —dice volviéndole a abrazar.

A Luis no le queda más remedio que permanecer frente a ellos a la espera de que terminen el reencuentro. Están justo delante de las escaleras y no puede marcharse a su casa hasta que no se aparten, de todas formas tampoco sería procedente que lo hiciera de tener la oportunidad. Desaparecer de la escena seria ser muy obvio y, a los acontecimientos se remite, no es el mejor momento para abrirse en canal como esperaba hacerlo con los pies sumergidos en el agua de la piscina que les ha visto crecer.

Cuando Aitana consigue deshacerse de los brazos del catalán su mirada se fija directamente en los ojos de Luis, se le encoge el estómago pero fuerza una sonrisa intentando actuar con normalidad.

—Mira, Vicente, ¿te acuerdas de Luis? —pregunta absurdamente, sabe de sobra que se acuerda de él. Fue el causante de que estuvieran un mes sin hablar, él y las mentiras que dijo para tapar algo que creía podía ocurrir.

—Claro, encantado de volver a verte.

—Igualmente —murmura estrechándole la mano sonriendo como si de un desconocido sin importancia se tratase. De esas que esbozas por simple formalidad, de las que no llegan a los ojos.

— ¿Y de dónde venís? Llevo un rato aquí y me ha dado tiempo hasta a saludar a tus padres, Aiti.

—De dar un paseo —se adelanta a decir Luis provocándole una sonrisa cómplice a Aitana.

—Ah, pues muy bien. Podríamos ir tú y yo a dar otro, no tengo nada de sueño. —Le dice Vicente a la catalana mirándola de tal forma que consigue empezar a ponerla incomoda por la situación.

—La verdad es que hemos vuelto porque me estaba quedando dormida de pie...

—A descansar se ha dicho entonces —Aitana asiente y él sonríe pasando por el lado de Luis para pulsar el botón del ascensor.

— ¿Subes con nosotros, Luis?

El gallego niega convencido sacando el paquete de tabaco del bolsillo. Estaría loco si se encerrase con la parejita feliz en ese ascensor ni un solo segundo.

—Me quedo un rato, buenas noches —murmura saliendo por la cristalera que le separaba de la zona de baño.

El sonido del ascensor avisa que ya ha llegado a la planta solicitada, Vicente espera pacientemente a que su novia reaccione mientras ella no puede despegar la vista de lugar por el que acaba de desaparecer Luis. Sabe que debería irse a casa y borrar cualquier rastro de ilusión que esa petición le hubiera despertado pero algo le atrae irresistiblemente a asegurarse.

— ¿Te importa esperar un momento aquí, Vicente? Quiero comprobar que esté bien, ha discutido con su novia...

—Claro, ve.

Aitana se apresura a cortar la distancia, cerrando tras de sí la puerta para tener un poco de intimidad, y le busca con la mirada. Gracias al humo identifica su figura lejos de cualquier sitio donde la luz azulada de la piscina pueda alumbrarle.

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