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— ¿Puedes quitar esa cara de asco al menos? —Amaia pone los ojos en blanco apoyada en la barra del restaurante. Espera a que le den su café con leche de soja como lo había pedido a cambio de la taza que tiene entre las manos y si se hubiera tomado seguramente ahora estarían hablando desde el baño.

—No tengo muchas ganas, la verdad.

—No me parece justo que te hayas pasado toda la noche ignorándome.

—A mi hay muchas cosas que no me lo parecen...—el camarero le sirve frente a ella la nueva taza demandando disculpas más veces de las necesarias—. Gracias —Regresa la mirada a su amigo y prosigue con la frase que le han interrumpido— Lo de esa chica, por ejemplo, no lo es. No sé a qué coño estás jugando.

—Amaia...

—Ni Amaia ni hostias Luis, estas con una persona que no te gusta ¿para qué? Y sobre todo, ¿por qué le haces esto? ¿Cómo sabes que no le estas dando falsas esperanzas y va a acabar sufriendo?

—Porque siempre le he dejado las cosas claras, varias veces además.

— ¿Crees que eso sirve de algo si los hechos no acompañan a las palabras? Porque, no me jodas, sigo queriendo saber qué hace aquí un simple rollete.

— ¿Y qué hago Amaia? No puedo más, es una locura pasarme la vida enamorado de una persona con la que nunca voy a poder tener nada. Suficiente daño me hace tenerla tan cerca sin poderle decir lo que siento.

—Eso que no puedes lo dirás tú.

—Pues claro que lo digo yo ¿qué quieres, que todo esto...—cuestiona señalando a la mesa con un fugaz movimiento de cabeza— se vaya a la mierda solo porqué a mí se me antoje mandar a la basura toda una vida de amistad? Ella tiene novio y parece muy feliz cuando habla de él, es obvio que no siente nada por mí —La pamplonesa calla frustrada recordando que prometió bajo todo tipo de amenazas, que no duda se cumplirían, que jamás nunca revelaría los sentimientos de Aitana. También sabe que ella no es la encargada de hablar por ellos, suficiente tiene con que la metan sin darse cuenta en sus movidas sabiendo las preocupaciones de amos, pero no por ello deja de ser desesperante.

—Deberías intentarlo, nunca sabes lo que... —Amaia al ver de reojo como Aitana se acerca hacia ellos se interrumpe para advertirle— Cuidado.

— ¿Se puede saber qué os pasa? Desde la mesa parece que estéis discutiendo y lleváis toda l a noche sin hablar —Amaia niega, baja de un salto del taburete al que se había subido y deja un beso en la mejilla de su amiga antes de regresar a la mesa. Aitana sigue con la vista clavada en Luis, él está en un lugar muy lejano planteándose si seguir el consejo que tantas veces le ha dado la amiga que tienen en común—. ¿Luis? ¿Puedes no pasar de mí? ¿Qué narices os pasaba?

—Nada, de verdad —carraspea nervioso— ¿Has acabado con el postre?

—Sí, hace rato.

—Genial, ¿te apetece que vayamos a dar un paseo? Ya sabes, por el puerto.

Se le escapa una sonrisa tonta de los labios con la proposición, ni siquiera hace falta una respuesta afirmativa a tal pregunta.

—Voy a avisar a mis padres.

—Te espero en el coche —informa despidiéndose con un fugaz movimiento de mano del resto de la mesa.

No más de un par de minutos después Aitana llama a la ventanilla del asiento copiloto confundida al verle sentado en él.

— ¿Qué haces?

— ¿No quieres conducir? —Propone balanceando las llaves frente a ella— Todo tuyo.

ArenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora