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Luis sonríe ante el cuerpo de la chica contoneándose frente a él, ella le tiende la mano para invitarle a bailar pero el gallego declina la oferta mostrando la copa medio vacía que sujeta. Llevan ya un par de horas sin dejar de moverse y necesita un poco de calma para reposar tanta adrenalina. Agoney, en cambio, parece totalmente dispuesto a pegar su cadera contra la de la pamplonica mientras una vieja canción de Yatra resuena por los altavoces del escenario improvisado que han montado en la playa.

A su alrededor decenas de cuerpos desconocidos se agitan al son de la música complicando la tarea del chico de encontrar al resto de sus amigos. Ana se ha encontrado a antiguos compañeros de universidad y hace mucho que desapareció junto a Jadel de donde le alcanza la vista, Miriam y Pablo parecen haber tenido algún problema que les ha llevado fuera de la zona de la fiesta para solucionarlo y, bueno, lo de Roi es un caso aparte sin remedio.

La del pelo rosa, con la que ya el resto del grupo está más que escarmentado, ha aparecido de la nada insistiendo mucho en que Roi la acompañase a cierto lugar lejos de allí y, a pesar de la primera reticencia del muchacho, ha acabado cediendo.

—Vaya cara me llevas —dice el canario en su oído cuando por fin Amaia le deja regresar a la barra.

—Estoy reventado ya, me hago mayor Ago —bromea dejando el vaso sobre el frio aluminio en el que están apoyados— No, pero en serio, no creo que tarde en marcharme a casa...

— ¿Tú también? —se queja Amaia dando un trago del ron con cola del gallego tras varios traspiés hasta llegar hasta ellos— Os estáis volviendo unos sosos, deberías difurtar más la vida Cepedin.

—Sí, y tú deberías ir parando —asegura quitándole la copa de las manos— O al menos descansa un poco, vamos a tomar el aire ¿vale?

Mientras, a unos kilómetros de allí, Aitana continúa hablando con Marta por Skype y riendo por las tonterías que su mejor amiga hace tras la pantalla en pleno brote de aburrimiento. Marta es de las pocas personas que, sin formar parte del grupo de siempre, es tan importante para la catalana como los otros.

—Es muy tarde ya...

—Yo no tengo sueño —dice Marta encogiéndose de hombros— ¿Quieres que veamos al menos uno o qué?

—Venga, vale —concede sonriendo— pero solo uno que luego soy yo la que te aguantar por WhatsApp mañana por tener que madrugar.

Dejaron a principios de junio a medias Stranger Things por el capricho de verla juntas para poder comentarla y ambas se mueren de ganas por continuar con la historia. Pasa más de medio capitulo que se alarga más de la cuenta por las paradas de rigor para hacer algún comentario cuando, en el momento de mayor tensión, un fuerte impacto logra que las ventanas de Aitana vibren sobresaltándola.

— ¿Qué ha sido eso? —pregunta Marta habiendo tenido que reprimir el chillido para no despertar a sus padres— Aitana, ¿estás bien?

—Sí, sí, ha sido en la calle —murmura pensativa, ha sonado muy cerca y le ha dejado mal cuerpo.

—Joder, que susto me he dado...

—Creo que voy a bajar a ver qué ha pasado.

— ¿A estas horas? No sé si es buena idea, Aiti —Marta, como siempre que se pone nerviosa, se muerde el pellejo suelto junto a la uña consiguiendo hacerse herida— ¿Tus padres aún no han vuelto?

—Hasta mañana a medio día no llegan.

— ¿Y vas a ir sola?

—Tía, ni que me fuera vete a saber tu donde... —chasquea la lengua— Ha sonado muy cerca, solo me voy a asomar.

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