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—Llevas todo el día pegado al móvil —se queja ella desde la piscina. Luis levanta la cabeza y le guiña un ojo.

—Dame un minuto y voy.

Aitana resopla y se hunde bajo el agua dispuesta a seguir buceando. Informa a sus amigos que no puede continuar hablando con ellos si no quieren que sospeche y deja a un lado el teléfono a la vez que se levanta de la toalla en la que estaba tumbado.

Está dispuesto a ir por fin con ella pero recuerda que aún le queda una cosa por hacer, manda un mensaje a su madre para que recuerde estar atenta para recoger el paquete que le tiene que llegar y esta vez ya si, baja por las escaleras y nada hasta ella.

—Hola pececito.

—Hola —susurra amarrándose a su torso de brazos y piernas sin temor que nadie les descubra, se han ido antes de comer a la playa, a excepción de Encarna, y no hay peligro alguno.

Luis la estrecha con fuerza en sus brazos y, así, flotan por toda la piscina dándose besos con sabor a cloro y tanteando el terreno, jugando con fuego y haciendo rabiar al otro.

—Como me hagas una ahogadilla te pego.

—Tapate la nariz —advierte saltando en el agua dándole pequeños micro infartos.

— ¡Luis, que no!

—Uno... —ríe con el ceño fruncido de ella— Tapate, dos... —Aitana empieza a gritar pidiendo auxilio de forma desesperada, solo consigue incremente las carcajadas del gallego— Voy, cógete bien, tres —La catalana cierra con fuerza los ojos y se agarra a su cuello dejando algún arañazo desproporcionado en él.

Cuando ambas cabezas vuelven a salir del agua Aitana empieza a toser tan exageradamente que consigue preocupar a Luis. Este, tras levantarla para que coja bien el aire e incluso darle palmaditas en la espalda, nada hasta las escaleras empezando a sudar.

—Joder... —murmura masajeándole la parte alta del torso mientras se muerde tanto el labio que consigue hacerse herida.

—Que bruto eres —ríe ella limpiando la sangre que gotea en la barbilla del chico.

—Me cago en la puta, Aitana, que susto me has dado.

—A ver si aprendes a hacerme caso, chaval.

Sin que ella se dé cuenta hasta que es demasiado tarde consigue cogerla como un saco de patatas sobre su hombro y, esta vez sin avisar, la tira al agua.

—Idiota, que me podría haber ahogado.

—No caerá esa breva...

—Te odio —susurra agarrada a su espalda dándole un mordisco en la nuca— ¿Puedo comerte?

—Tú puedes hacer lo que quieras.

Pasado el intenso momento de putaditas se vuelven a enfrascar en una sesión de mimos acuáticos. A Aitana le saca una sonrisa que luce con la cabeza apoyada en su hombro y Luis no puede hacer más que juguetear con los dedos de ella que se entrelazan sobre su propio estómago.

—Mañana es mi cumple —dice ella con voz aguda achinando los ojos. El gallego aprovecha que no le puede ver para sonreír como un bobo con el recordatorio.

— ¿En serio? ¿Mañana ya?

—Si

—Madre mía, no sé ni en qué día vivo... ¿Y qué vas a hacer?

—Pues la verdad no lo sé, cualquier cosa —suspira— Yo con que estemos todos me conformo.

—Ya...

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