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 Aitana no llegó a escuchar la última frase pues, entre el tacto de su piel y calor que esta desprendía, acabó sucumbiendo a sueño antes de poder prestar atención a la advertencia que su novio le hacía medio en broma medio en serio. Y aun así, aunque las palabras se hubieran evaporado en el último suspiro antes de cerrar los ojos para acompañarla en el sueño, no estaban nada desacertadas.

La catalana lucha con perseverancia por mantenerse despierta mientras sujeta el teléfono en su oído, intenta prestar toda su atención a lo que le cuentan al otro lado de la línea pero siendo las nueve de la mañana después de la nochecita de ayer no está siendo muy efectivo.

—Lo comprendo y sé que es importante pero... —suspira— ¿Me lo podría pensar? —cierra los ojos cuando le conceden un tiempo antes de despedirse— Muchas gracias.

Se deja caer de nuevo en la almohada mirando el hueco vacío de la cama. Se ha acostumbrado a dormir sin él pero despertar a solas sabiendo que sus brazos la han acogido durante la noche no le hace más que rememorar las mañanas de Tenerife. Y está dispuesta a salir en su búsqueda para agarrar con fuerza el recuerdo y volver a hacerlo realidad sobre las sabanas de su cama.

Camina por el pasillo y se ve obligada a cambiar sus planes cuando, desde la puerta entreabierta, ve como Luis y Amaia hablan en la habitación de la segunda. Se le escapa una sonrisa enternecida antes de acabar optando por desaparecer en la cocina para dejarles intimidad, a su amiga le vendrá bien esa pequeña charla con el chico para descargar todo lo que ayer soltó en forma de lágrimas.

— ¿Por qué me mientes?

—No quiero molestar más, suficiente con haberos fastidiado la noche —explica cabizbaja— Encima que vienes antes...

—Me alegro de haberlo hecho y no solo por Aiti, si te tenía que pasar lo que ayer ocurrió al menos me consuela haber estado cerca.

—Estoy un poco dramática —admite sonriendo avergonzada, Luis se encoge de hombros.

—Es normal, no te preocupes.

—Me fastidia no haber sabido verlo, he echado a perder un montón de tiempo creyendo algo que no era —El labio le empieza a temblar sin ella quererlo y consigue ponerla nerviosa por no poder controlarlo, está harta de no poder afrontar la situación con entereza— jolín, yo no soy así ¿Qué me pasa?

—Pues que te han roto el corazón, lo raro seria que no te lo hubieras tomado mal —intenta tranquilizarla él, Amaia asiente conforme y vuelve a insistir con que se vaya— Solo si me prometes que descansarás un poco, sé que no has dormido nada.

—Voy a intentarlo. Ve a disfrutar el fin de semana, anda

Luis le deja un beso en la cabeza antes de desaparecer por la puerta y cerrar esta tras él, Amaia suelta un suspiro y se queda mirando al techo tratando de luchar contra la mierda interna que está cansada de aguantar. Mientras tanto, bajo el umbral de la cocina, el gallego se para a observar a su novia desayunar sin que esta se dé cuenta de su presencia.

Es incapaz de no derretirse solo con la imagen de sus ojos medio cerrados mirando hacia la ventana en busca de algo interesante que contemplar, las mejillas levemente sonrojadas por el calor que ha pasado bajo las sabanas durante la noche y el flequillo campando a su aire en su frente. La madera del marco de la puerta cruje cuando Luis apoya la cabeza y es ese sonido el que alerta de su presencia a Aitana.

— ¿Qué haces? —pregunta ella estirando el brazo para que se acerque.

—Te miraba —susurra el gallego abrazándola por la espalda. Aitana, que sigue sentada en el taburete frente a la isla de su cocina, cierra los ojos disfrutando del contacto— Buenos días, ¿está rico?

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