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— ¿Hotel? ¿Cómo que hotel? —Pregunta Aitana con el ceño fruncido— ¿Para qué?

—Es que tú vas a estar ocupada celebrando tu cumpleaños —sonríe pícaramente. El comentario consigue sonrojar a su amiga y hacer reír al novio de esta— Además mañana tengo el vuelo muy pronto, así es mucho mejor.

— ¿Pero cómo narices vas a pagarlo? Marta, que no, que es una locura.

—Pues... — Se queda mirando a Luis fijamente. Ambos saben que como le sigan haciendo creer que ella corre con todos los gastos, teniendo que pasarse el verano entero trabajando para tener unos ahorros sustanciales el resto del año, será imposible que deje de insistir. El gallego pone los ojos en blanco y acepta, no le queda más remedio— El hotel ya está pagado, y te juro que lo iba a hacer yo pero cuando le dije a Luis que cogería una habitación cerca del aeropuerto... Es rápido el cabrón.

—Perdona, ¿qué?

—No empieces —advierte él con el dedo alzado—, es un regalo, no quiero ni una queja.

Marta observa como a su amiga se queda totalmente embobada mirando al chico que acaba de confesar lo que pretendía que no saliera de ese pacto invisible que han hecho horas antes en su coche. Se alegra de que por fin hayan dejado de hacer el tonto, es inevitable ver lo bonito que se quieren solo percibiendo las sonrisas que se dedican pero después de tres horas y media de viaje, más otras cuatro que ha durado la fiesta de su amiga, no tiene fuerzas ni para disfrutar de ese amor.

Solo quiere tirarse en el mullido colchón de su hotel y dormir las pocas horas que le queden hasta el próximo vuelo. Y a poder ser, no pensar demasiado que al día siguiente habrá un almacén de ropa esperando a ser ordenado.

— ¿Te llevamos entonces? —pregunta Aitana cuando consigue resistir la tentación de lanzarse a los brazos de Luis— Ay, es que me sabe fatal.

—Si me quieres cállate y déjame ir a descansar —medio bromea su amiga. Amaia y Ana informan desde lejos que, una vez todo lo importante recogido, se marchan a descansar— ¿Se han ido ya todos?

—Hace rato Marta, estás en la parra.

—Tengo sueño —se queja fingiendo el sollozo—, voy a llamar al taxi.

—Pero no hace falta, te podemos acercar —asegura Aitana, se gira hacia el chico al darse cuenta que ha hablado por él— ¿Podemos, verdad?

—Te recuerdo que el coche lo tengo en casa... Si te apetece caminar sí, claro que te podemos llevar.

—No os lo toméis a mal pero prefiero cogerme el taxi, quiero llegar a la cama ya —se excusa envolviendo a su amiga entre los brazos— Te quiero mucho, disfruta de mañana por mí ¿vale?

—Jo... —Aitana aprieta con fuerza el agarra y hunde la nariz en el hombro de ella— Gracias por venir, eres increíble.

—Me matará pero de eso también le tienes que das las gracias a tú novio —susurra en su oído entre los millones de besos que le deja en la mejilla—. Feliz cumpleaños, enana.

La mirada, casi tan acusatoria como agradecida, de Aitana deja saber a Luis que también sabe lo de los billetes de avión. Niega con la cabeza recriminando a la bocazas de Marta no saber guardar un secreto pero en el momento de la despedida se funde en un abrazo muy similar al que la del flequillo le ha dado. No se lo dirá a nadie, él sí que no, pero tiene muchas cosas que agradecerle por esa charla que han tenido en su casa.

—Ten cuidado, por favor —pide Aitana a voz de grito cuando por fin Marta sube al taxi.

— ¡Pasadlo bien!

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