Una vez más Barcelona parece no regirse por lo que marca el calendario, el cielo está nublado y amenaza con bañar la ciudad de un momento a otro. Por suerte los Ocaña Morales ya están montados en su coche camino al aeropuerto, destino Tenerife.
Igual que el año pasado, y cada uno de los veranos de su vida, Aitana está sentada en la parte trasera del vehículo pero en esta ocasión no vive pendiente de ninguna conversación con la canaria ni está histérica por llegar. Por primera vez en su vida la chica del flequillo se limita a mirar por la ventana odiándose por desear quedarse en tierra para no tener que hacer frente a la situación de la que huyó volviendo a Barcelona hace una semana.
Una de las promesas que se hizo a si misma antes de arriesgar, y posteriormente reafirmó con él, era que fuera lo que fuera nada afectaría a la vida que había construida alrededor de ellos. Solo ahora sabe que jamás habría imaginado lo complicado que sería cumplir esa cláusula. La realidad siempre es mucho más cruda y enrevesada.
— ¿Has hablado con Luis, cielo? —pregunta su padre cuando quedan pocos metros para llegar.
—Cosme... —masculla Belén en voz baja.
—Sí —miente Aitana sin desviar la mirada del cristal—. Está todo bien, tranquilos.
— ¿Seguro? Sabes que a nosotros nos lo puedes contar.
—Segurísimo —asegura mordiéndose la cara interna de la mejilla para contener las lágrimas—, no os preocupéis.
—Si es que aun sois muy jóvenes, es normal que tengáis idas y venidas... —comenta Belén con cautela— Verás como con el tiempo...
— ¿Dejamos el tema mejor, vale? —propone el hombre volviendo a juguetear con la radio ante el silencio de su hija.
Aitana se ha callado por no explotar gritando cuan harta está de esa palabra. No es más que una puñetera tirita intentando contener dos trozos de piel separada por una profunda herida, solo el paso previo a la inevitable sutura o el desangramiento, lo que antes llegue.
Y es que, joder, esa es la mejor definición que su enredado cerebro puede plasmar como comparativa a lo que cree sentir con la situación en la que está. Nota como la sangre cae a raudales de entre sus manos en forma de cualquier tipo de esperanza que podía tener en aquel baño de discoteca en el que se quedó plantada al saber que Luis estaba a punto de llegar tras decidir que la próxima vez que le viera abordaría el tema sin ningún tipo de pretexto.
Pero el alcohol optó por un pequeño desvío que, quizás, fue la principal errata en su plan.
Mientras sus padres descargan el equipaje permanece con la mirada perdida, el corazón en un puño e intentando concentrarse en controlar la salida y entrada normalizada del aire a sus pulmones. Un pequeño toque en la ventanilla la sobresalta, Belén frunce el ceño al otro lado del cristal y abre la puerta para sentarse a su lado.
— ¿Segura que quieres venir? —pregunta pillando por sorpresa a su hija, esa nunca había sido una opción pero tampoco es que ella realmente la contemple.
—Claro mamá, ya te he dicho que no pasa nada.
—Pues eso no es el que parece —asegura acariciándole la cabeza—, entiendo que no quieras contarnos nada pero no me puedes engañar, sé que no estás bien.
—Solo es la regla, me vuelve a doler bastante y no me encuentro muy allá...
— ¿La regla? —La mujer se muerde el labio acariciando el rostro de su hija, esta asiente esbozando una sonrisa— Si parece que tienes mala carita, cuando lleguemos te acuestas y de daré algo a ver si se te pasa.
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Arena
FanfictionNo os voy a contar nada, su historia no se cuenta, se vive. Nadie hace preguntas porque son ellos, con sus circunstancias y sus cosas. Historia Aiteda (Mundo paralelo)