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—Así aprovechas el tiempo conmigo... —Esa voz, que solo se aventura a hablar porque la sabe ya despierta, hace que Aitana se decida a abrir los ojos por muy cómoda que haya dormido ese ratito. En cuanto su mirada se encuentra con él, sentado en una esquina del colchón con la guitarra en la mano acariciando suavemente la cara, se le escapa una sonrisa. Solo su presencia junto a ella es más que suficiente para esbozarla.

—Me has despertado a las seis de la mañana y, además, me he quedado dormida sin querer jo. Podrías haberme avisado... —Luis niega con la cabeza.

—Estabas adorable durmiendo —admite dejando la guitarra a un lado, acercándose de nuevo a ella e invitándola a tumbarse encima suya. Aitana no duda ni un momento comiéndole a besos en cuanto siente sus brazos rodeándole la cintura— Y además, solo ha sido un ratito

— ¿Y tú que has hecho en ese ratito?

—Nada.

—Luis, que nos conocemos, quiero verlo —se deshace de su abrazo e intenta levantarse para buscar ella misma lo que se niega a mostrar pero Luis se adelanta estirándole el brazo y tumbándola de golpe en la cama. Ella estalla en carcajadas y él la acorrala entre sus brazos intentando entretenerla con sus besos.

— ¿Estás cómoda, Aiti? —pregunta acariciándole la mejilla con el dorso de los dedos— No quiero agobiarte ni nada.

—No tienes ni idea de las ganas que tenía de estar contigo... —sonríe— No me agobias, Luis, y ojalá pasemos tanto tiempo juntos que pueda llegar la posibilidad de que eso pase aunque lo dudo mucho.

Él le aparta un mechón y lo coloca tras la oreja, no puede dejar de mirarla ni un segundo. Está preciosa solo con esos ojos brillantes que reclaman toda su atención y la sonrisa imborrable de su rostro. Poco a poco vuelve a juntar sus labios con tanta intensidad que a Aitana se le escapa un suspiro.

—Yo también —murmura cuando vuelve a recuperar la respiración. Él la mira confundido, o haciendo creer que lo está, y consigue sonrojarla—. Qué yo también lo estoy, desde hace mucho tiempo.

La música acompaña a la larga charla entre mimos que se alarga tiempo que ninguno de los dos llegará a contar pues las horas dejaron de girar para ellos cuando cayeron por primera vez sobre el colchón. Que falta les hacía, después de tantos intentos frustrados, un momento así de íntimo entre los dos para decirse todo lo que durante años callaron escondiéndolo todo en una bonita amistad.

Aitana desliza sus ya rojizos labios hacia el cuello del gallego para recuperar el aire que se ha perdido en el receptor de sus besos.

—Me vas a dejar seca.

—Si no paras créeme que no tendré reparo en hacerlo —advierte él entre risas haciendo la croqueta para huir de ella— Quiero mi estrella.

Ella pone los ojos en blanco e intenta remolonear bajo las sabanas para alargar cuanto más mejor el momento pero con una simple mirada de Luis sabe que no tiene salida. Se incorpora y queda sentada frente a él haciéndose un moño para que el pelo no sea un obstáculo al tocar.

—Venga, un fa —pide él observándola con barbilla sobre su puño. Sonríe y asiente cuando esta le sale bien.

Tras varias peticiones e intentos torpes por parte de ella Aitana se empieza a desesperar. El calor le empieza a subir por la espalda y se muere de vergüenza por estar haciendo el ridículo de tal forma. Procura esquivarle la mirada a Luis sin saber que lo único que encontrará en ella es tranquilidad.

— ¿Quieres preguntarme tú algo? —propone él acercándose poco más.

—Vale —murmura mirando la guitarra— ¿Esto es un sol? Soool —pregunta tocando claramente un do, ambos se ríen pero tras el primer instante a Aitana le vuelve a avergonzar tanto que sus mejillas se sonrojan.

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