El microondas da incesantes vueltas cumpliendo la tarea de calentar el agua que hay dentro de la taza, la luna alumbra la habitación a oscuras y el único rayo de luz artificial en toda la estancia sale por el umbral del cuarto de baño. Frente a retrete la cabeza de Aitana descansa sobre sus manos apoyadas en la taza mientras Luis acaricia su cadera de forma constante y le agarra el pelo con la otra mano.
—Es la segunda vez que me ves vomitar en menos de un mes, esto ya no es serio —bromea con un hilo de voz haciendo reír al chico que guarda sus espaldas.
—Que boba eres, ¿estás mejor?
—Creo que... —Enmudece, una nueva arcada ataca desde la garganta y tiene que expulsarlo todo en el váter. Su estómago se retuerce provocándole dolor que demuestra con una mueca— ay.
—La manzanilla ya está preparada —informa Luis al escuchar el pitido del electrodoméstico— Vamos a la cama y te la tomas allí.
Con dificultad, y agarrada a su mano, avanza hasta el colchón y se sienta dejándose caer cuando el gallego se marcha a la zona habilitada como cocina. Cuando Luis regresa, al verle la cara, deja la taza sobre mesita de noche para palparle la frente sudada por el esfuerzo.
—Estás muy pálida, ¿te mareas? —Aitana asiente levemente— Vale, no pasa nada, será un bajón de tensión por los vómitos. Vamos a la terraza para que te dé un poco el aire, tomate esto.
Cierra los ojos recostada sobre su torso en la tumbona, la brisa marina consigue apaciguar un poco esa desazón que la tenía desorientada. Bebe de la manzanilla a la que Luis le ha puesto mucha miel, sabe perfectamente que es la única manera de que la tolere, y parece lograr que la suciedad de su estómago desaparezca. El abrazo de Luis, haciendo círculos con las yemas de los dedos sobre la tripa, le permite acurrucarse más en el sitio hallando la calma extraviada desde la primera vez que se despertó.
Al llegar al hotel, tras esa intensa charla en el coche, sus labios no se separaron hasta casi media hora después acostados sobre el colchón. Luis propuso arreglarse pronto e ir a dar un paseo por la costa o, como finalmente pasó, a conocer un poquito más el pueblo antes de cenar.
—Ve a ducharte tú primero —dijo Aitana por pereza de levantarse.
— ¿Vienes? —propuso él con cautela apoyado en una de las paredes. Ella le miró sonrojada, medio escondida en la almohada, y negó— Vale.
Con el sonido del agua chocando contra las baldosas, colándose por el desagüe, Aitana miraba al techo de la habitación preguntándose por qué, por qué ser así y no poder avanzar más con él por muchas ganas que tuviera. Recordó el calor insaciable que horas antes había sentido estando con la espalda contra el espejo de aquel probador y se convenció a si misma que quizás no era tan mala idea compartir ese momento con él.
— ¿Se puede? —preguntó asomando la cabeza, desilusionada al ya verle con el albornoz puesto.
—Entra, ya me voy.
—Puedes quedarte si quieres —susurró poniéndose de puntillas para dejarle un beso en los labios—, bonito.
— ¿Estás bien? —dijo Luis con una sonrisa tonta ante el cumplido tan poco usual en ella.
—Idiota.
—Eso ya es más normal.
—Luego quéjate de que no te diga nada... Si es que no te aclaras ni tú mismo.
La ropa de la catalana cayó cual plomo al suelo quedando totalmente desnuda frente a él y a pesar de que los ojos de Luis no se privaban de contemplarla moviéndose, al final, lo que más captaba su atención era las manchas rojas de las mejillas de Aitana por la situación. .
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Arena
FanfictionNo os voy a contar nada, su historia no se cuenta, se vive. Nadie hace preguntas porque son ellos, con sus circunstancias y sus cosas. Historia Aiteda (Mundo paralelo)