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— ¿Qué te pasa? Estas un pelín borde...

—Lo siento —murmuró arrepentido—, he medio discutido con Aitana, no quería pagarlo contigo.

— ¿Quieres contarme que ha pasado? Soy toda oídos y tú necesitas uno para desahogarte.

Le explicó, con la premisa de que en verdad era una tontería y que no debería haberlo leído, lo que encontró al abrir el portátil y esa pequeña decepción que asaltó la boca de su estómago con que siquiera hubiera contado con él para comentárselo.

— ¿Se lo han vuelto a ofrecer? Que insistentes —espetó Amaia inocentemente creyendo que, a ese punto, ya debía saberlo todo.

— ¿Vuelto?

—No me jodas, Luis... —maldijo varias veces— Por favor, no le digas que te lo he contado.

—¿Cuándo se lo ofrecieron?

—Eso no lo sé, yo solo la escuché rechazarlo.

—Amaia, cuando.

—Antes de irnos a Madrid, el fin de semana que pasó lo de Sergio —recordó concretamente. El fin de semana que él le dio la noticia de Alemania y ella se quedó callada.

—Pues de puta madre.

—Oye, no te enfades con ella —intentó mediar— Quiero decir, hasta yo me enfade, lo entiendo pero... También intenta ponerte en su lugar, tiene miedo.

—Ni siquiera estoy hablando de aceptar, me habría gustado que me lo dijera.

—Y tú no habrías parado hasta que ella aceptase marchar —afirmó convencida—. E igual eso habría sido lo mejor para ella pero no lo que quería.

—Aun así insisto en que no habría estado mal un poquito más de confianza —suspiró— Da igual, ya lo hablaremos cuando vuelva y ya está. Me voy a descansar un poco, Amaia.

—No hagáis el tonto.

—Tranquila.

Intentaba conciliar el sueño pero tener el tema en la cabeza dándole vueltas y haber dormido durante toda la tarde no ayudaban en absoluto así que cogió el móvil y se sumergió en el amplio mar de Instagram.

Ella no lo llevaba mucho mejor, tenía ganas de volver a casa y hablar hasta que encontrase las palabras necesarias para hacerle comprender el porqué de haberle ocultado aquello y encima tenia junto a ella el recordatorio de que eso no era, ni de lejos, de lo único que le había omitido información.

Vicente llevaba desde el cumpleaños de Mireia siendo tremendamente pesado, insistía en hablar a solas con ella una y otra vez, conseguía que se quedarán a solas y creaba situaciones realmente incomodas. Y cuando ella se empezó a negar, a mantenerle a raya, el chico saltó con una baza que para nada esperaba. O al menos tenían una relación cordial frente a todos y le permitía mantener conversaciones y momentos con él o Luis empezaría a recibir numerosa información falsa que conseguiría dinamitar por los aires cualquier resquicio de su relación.

Se negó en rotundo a ceder a tal chantaje, por supuesto, pero no quería preocupar a su novio que acababa de marcharse a Alemania y ya suficiente había estado por ella en los últimos tiempos. Se lo diría cuando volviera, intentó convencerse, pero viendo que él no había recibido nada extraño supuso que todo había sido palabrería y no sería necesario advertirle de nada.

O eso creía ella.

Pero también creía que Vicente no iba a ir a esa cena y obviamente estaba muy equivocada.

— Haz el favor de dejarme en paz, no te me acerques más —advirtió apartándose de los labios que le rozaban la oreja.

—Aitana, la última vez, te lo prometo.

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