Después de su sensual aventura a la que Inés no pudo decir que no y que extrañamente disfrutó, los dos subieron hasta la casa más alta y se sentaron a ver el atardecer que en Santorini resultaba una gran atracción, ambos sabían que ya tenían que volver al refugio; a la realidad. Amaban la magia pero... también se amaban.
Mientras sus manos se encontraban entrelazadas y no decían nada un sentimiento de tristeza aparecía en el fondo, sabían que en la batalla contra Gedeón uno de los dos podía morir y simulaban falsos ánimos para olvidar que podía pasar.
—Me gustaría mucho que nuestros hijos conocieran a la perfección las calles de Santorini, verlos corriendo por ahí sería maravilloso ¿no crees?— preguntó Dorian e Inés no pudo evitar pensar en las palabras de advertencia de sus hermanas, aun que habían sido muy amables ella sabía que parte de su misión como maestra hechicera era continuar el legado de la magia, no habría otra oportunidad para hacerlo con Dorian, ya que si uno de los dos moría en la batalla nada de lo que habían pasado habría valido la pena. Dorian notó el silencio de Inés quien no dejaba de ver el ocaso perdida en su pensamiento. — ¿Qué piensas brujita?
—Pienso que no me gusta ocultarte cosas...— de repente Inés comenzó a llorar y las lágrimas salieron de golpe.
— ¿pero de que hablas cariño? — dijo pasando su brazo por su espalda y la abrazó.
—Yo hablé con Doreen y Rosael, me previnieron sobre tener sexo minino...
—No me sorprende, siempre lo hacen con las Krentz nuevas— interrumpió comprensivo e Inés limpió sus lágrimas.
— ¿entonces no te molesta?
—No, ahora también son tu familia, además el error sería mío por no hablar claramente sobre ese tema, aun así no quiero presionarte para ese paso. —dijo regresando su mirada al sol.
—Es que es de eso de lo que quería hablarte, — Dorian la miró intentando entenderle. — yo quiero que lo hagamos, uno de los dos podría morir en la batalla, ya no habrá otra oportunidad Dorian. — él la miró un tanto enojado y negó con la cabeza.
—Olvídalo Inés, detesto que hagamos las cosas solo porque no tenemos otra escapatoria o por prisa... estamos hablando de nuestros hijos... además nadie morirá.
—Dorian, mírame...— le rogó mientras él huía de su mirada, él sabía que ella tenía razón pero no quería ver la realidad, tomó con sus manos su cara para obligarlo a verla. — ¿puedes garantizar que los dos estaremos bien? Si uno de los dos falta la magia se acaba, y lo sabes mejor que nadie, con esto no quiero decir que no lucharé, porque lo haré hasta el final, no descansaré hasta ver rodando la cabeza de ese imbécil, pero ayer juré que protegería la magia con mi vida y tú también lo hiciste.
— ¡No! Las cosas no deben ser así, simplemente no deberían... no pasará Inés. —Gritó absolutamente molesto e Inés cerró los ojos al oír su protesta. —Ya se hace tarde, volvamos a la casa. —Dorian se paró enfadado y caminaron esta vez sin tomarse de la mano, no era el mejor lugar para discutir cuando todo era tan romántico a su alrededor. Al entrar a la casa Dorian se dejó caer en el sofá y se tapó la cara con un brazo, no quería mirarla. Inés quiso darle su espacio y con tristeza camino por la casa recorriéndola por primera vez, había varios pisos, y el ultimo era increíblemente hermoso, había un gran pasillo largo y una ventana pequeña al final, el aire que entró por ahí la refrescó, aún estaba el atardecer, recordó a la Inés que iba al instituto, a la que no le importaba nada porque eso tenía... nada, de repente se dio cuenta que en tan poco tiempo ya era muy diferente, ¡era una bruja! Y no cualquiera... una que tenía que proteger a las demás. Se sentó en el suelo y miró la lejanía entre el cielo y el mar, hasta que escuchó un pequeño ruido de tras de ella. Al girarse se encontraba él en forma de gato, observándola con atención, caminó hasta ella rozando su cuerpo a su costado y ronroneó.
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Engatozada: Dorian
Romance(ENGATOZADA Parte 3) Dorian Krentz hechicero poseedor de la magia de Merlín es el encargado de conservar el equilibrio de la magia en el sistema de todas las cosas, y para lograrlo tiene que mantener con vida a Inés Covenage, una mujer solitaria a q...