-NUEVO ATARDECER-

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Mientras los vientos del destino se habían llevado danzando a Dorian y a Inés, un alma destrozada aun intentaba aceptar que para lo que ella se había preparado casi toda su vida ya jamás sería, en el Refugio de Morgan se encontraba cabizbaja Sekmet

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Mientras los vientos del destino se habían llevado danzando a Dorian y a Inés, un alma destrozada aun intentaba aceptar que para lo que ella se había preparado casi toda su vida ya jamás sería, en el Refugio de Morgan se encontraba cabizbaja Sekmet. << ¿Y ahora qué sigue? ¿Quién soy realmente? ¿Cómo continúo?>>, se preguntaba una y otra vez mientras estaba con el mentón recargado en aquel balcón en lo que el atardecer la cubría con sus últimos rayos de sol, era como si en esa puesta de sol se fueran sus últimas esperanzas, y vaya que sí se irían después de decidir no interferir más en el amor de Dorian e Inés.

Quiso ser fuerte una vez más como siempre lo había sido, solo bastaba fingir una vez más y todos se creerían que estaba bien, siempre seguía la misma rutina, pero esta vez una lágrima recorrió su mejilla sin permiso alguno y un sollozo le siguió dejándola sin aire para recobrar la cordura.

Casi al mismo tiempo Morgan se acercó lento al balcón donde ella se encontraba expulsando su tristeza, él la observó sin decir nada; jamás la había visto de ese modo, sin esa mascara de rudeza que siempre tenía puesta, de repente los espasmos del llanto comenzaron a hacer que ella se dejara caer recargada en la pared, de inmediato Morgan se ocultó cerrando los ojos, sabía que no había sido nada fácil para ella ser testigo de cómo el amor de su vida se alejaba con una mujer que la había alejado de todos sus planes, tanto sentimentales, como los planes de vida y todos sus sueños de ser la reencarnación de Bastet.

Morgan negó solo con la cabeza, se sentía con la responsabilidad de no dejarla sola, quería que ella lo supiera, aún tenía a personas que se preocupaban por ella, así que salió de su escondite y caminó sin miedo hasta ella, Sekmet al verlo no dejó de sollozar, ya no podía fingir más que se encontraba de maravilla cuando por dentro estaba siendo consumida.

—Sekmet... —pronunció su nombre quedo con tristeza y se arrodilló frente a ella para abrazarla, por algún motivo Sekmet se dejó, por primera vez admitió que necesitaba un abrazo... uno sincero.

—Debo parecer la imbécil más grande...— respondió con la nariz tapada conteniendo el llanto pero no por mucho, aunque el calor del dorso de Morgan comenzaba a relajarla un poco.

— ¡Oye! No pienses así, mírame Sekmet...—Se alejó un poco de ella y tomó su cara en sus manos, con su pulgar limpió el delineador y el rímel que se habían corrido— Yo entiendo perfectamente lo que te pasa.

— ¿en... verdad? No lo creo... he tenido planes Morgan... y... ahora ya no me queda ninguno, mírame... ahora ni siquiera sé quién soy. —Morgan la volvió a abrazar y dejó que sacara todo el llanto posible, entonces se alejó de ella y le dio un pañuelo.

—te entiendo por qué yo he pasado casi lo mismo que tú, yo también planee ser el hechicero maestro, tener los poderes de Merlín era mi sueño más grande y cuando Dorian apareció me llené de rabia, mi familia siempre odió a su familia a sí que ahora tenía más razones de odiarlo, sin embargo mi amor por la hechicería me abrió los ojos, la persona más correcta para el puesto siempre fue Dorian, acepté que él es más poderoso que yo y que todo era para proteger la magia.

Engatozada: DorianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora