Especial 2: Vacaciones en la Playa (Ian y Luka)

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LUKA:

Una playa. De entre todos los destinos del mundo teníamos que ir a una playa y todo porque el rubito estaba aburrido y decidió pasar por alto mi mala relación con el mar y su arena. La verdad es que tampoco había ido mucho a la playa pero mis escasas visitas fueron suficientes como para decidir que estar cubierto de arena y oler a sal no era lo que más me agradaba pero al parecer a el le encantaba.

Durante las dos noches que pasamos allí nos establecimos en un pequeño apartamento de una habitación situado cerca de la playa. Estaba decorado con colores vivos y a pesar de tener una cocina y un baño estrechos el salón eran tan acogedor y grande como el dormitorio.

El primer día se basó en maletas de un lado a otro, un viaje en coche muy largo, comer algunos bocadillos que treímos de casa y una visita rápida a la orilla de la playa por lo que acabamos tan cansados que nos quedamos dormidos en el sofá mientras veíamos una serie de la que no me enteré ni del argumento, sin embargo, el segundo día lo disfrutamos como unos niños pequeños en un parque de bolas.

Nada más levantarnos paseamos por la zona turística que había cerca de la orilla y descubrimos desde imanes a bolas de nieve con el nombre de la ciudad, ara comer paramos en un chiringuito donde vendían el mejor marisco a la plancha que había probado en mi vida y tras hacer una pequeña pausa en el apartamento para reposar la comida (donde tuve que esperar a que Ian se despertara de un larga siesta) fuimos hasta el atardecer a la playa. Allí varias chicas nos observaron coquetamente pero he de decir que mis celos solo se centraron en las que solo se fijaban en el rubito, algunas de ellas eran tan descaradas que lo único que se reflejaba en sus gafas de sol era el bañador de Ian, que, por si fuera poco, tampoco se esforzaba en ignorarlas y prefirió dedicarle alguna que otra sonrisa.

-Podrías disimular un poco. Quiero decir, ellas no saben que tienes novio pero es que tú me tienes al lado.

Imaginarme: sentado bajo la sombrilla roja encima de una toalla azul marino con un bañador verde escarlata que marcaba mi pálida piel, estaba cruzado de brazos y sentado con el entrecejo arrugado hablando con un tono que mostraba a la perfección mis celos.

-Luk, sabes que solo tengo ojos para ti.

Dijo el rubito tras dedicarme una cálida carcajada.

-Para mí y para esa barbie de allí.

Seguramente parecía un niño de cinco años que no quería compartir su helado de chocolate. El chico rió de nuevo y se acercó a mí de esa manera coqueta que indicaba que haría algo peligroso, entonces descrucé los brazos y le aparté levemente por el pecho.

-No hagas nada raro.

Dije aún enfadado. Ian quitó mi mano de su pecho y nuestras miradas se cruzaron.

-¿No te molesta que ella me mire tanto? Puedo hacer que deje de hacerlo.

Su tono era meloso y noté cómo un escalofrío recorría todo mi cuerpo a pesar de estar a treinta y cinco grados por lo que comencé a dejarme llevar por él. Comenzó inclinando su pecho hacia mí y recorriendo su mirada sobre cada rincón de mis labios hasta que sin poder evitarlo, me lancé a besarlo agarrándole del cuello para asegurarme de que no se escapara. Sus labios fríos sabían a zumo de melocotón y olía a sal una combinación curiosa y excitante.

Cuando el beso terminó me sentí como si acabara de bajar del mismo cielo pero encuanto vi la sonrisa de Ian seguí su mirada hasta toparme con la barbie que había dejado de prestarle atención para centrarse en una revista de moda y disimular como que no estaba roja como un tomate al descubrir que mi helado de chocolate era gay, menos mal que ahora entendía por qué no quería compartirlo. Nos separamos y yo me derretí a la vez que sus dedos se alejaban de mi brazo.

Enamorado de un chico de compañía (Primera Parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora