Ciclo de la vida pt 1

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Día de la batalla.

El tambaleante lobo Kiba caminaba en dirección a territorio prohibido, estaba furioso, pero más herido en su orgullo. Se preguntaba en cada paso que daba ¿en qué había fallado? Si su plan y sus aliados habían sido los correctos, entonces ¿por qué? ¿Por qué no se pudo apoderar del castillo? Y luego otra pregunta que jamás se había hecho. ¿Por qué tanta la necedad de apropiarse de esas tierras? Ciertamente el centro de la isla era la más cómoda y abundante en comida, y el castillo era como una fortaleza perfecta, pero ¿realmente valía la pena?

Su instinto le decía que sí, que era un derecho por nacimiento, pero ¿por qué? Si lo que apenas recordaba era cuando Take lo había encontrado siendo apenas un pequeño cachorro, su padrastro le había contado que probablemente su manada había muerto durante los sismos que ocurrieron después de la desaparición de los humanos, y él se conformó con esa respuesta, pero ahora deseaba saber de sus orígenes.

Sin darse cuenta llegó a la orilla de aquella zona prohibida, que se distinguía más que nada por el silencio que habitaba en ese lugar una vez que uno entraba.

Bufó, él sólo veía un pedazo de tierra cubierta por césped y adornada de un lago con algas brillantes, no dejaría que un estúpido pedazo de tierra silencioso le dijera qué hacer, así que con las atribuciones que creía tener como lobo alfa se adentró a ese misterioso lugar, y a diferencia de otras criatura el silencio y el vacío que se sentía ahí no lo perturbó. Caminó a tientas hasta la orilla del lago, donde miró su reflejó, lo que pudo, ya que el ojo que le había lastimado el furia nocturna le había provocado casi la ceguera.

Tenía sed, así que bebería de esa agua, y no era por nada, pero tuvo su momento de titubeo como si algunos de sus seguidores u otras criaturas le dijeran no hacerlo ya que era "sagrado".

"Sagrado, si como no, yo soy el lobo alfa". Metió su lengua para degustar de aquel liquido prohibido, pero tan pronto como lo hizo se retiró de inmediato pues el agua le había quemado la lengua.

Del dolor, Kiba se retorció en el césped tratando de quitarse el ardor, y eso lo hizo sólo enfurecer más, ya que se sintió patético de que la simple agua lo venciera.

—¡Maldito! —bramó a esta, una vez que se recuperó un poco. —¡¿Quién te crees que soy yo?!

Y el agua respondió.

Kiba observó perplejo como el agua comenzaba a agitarse por encima de su reflejo con la respuesta a su pregunta, una respuesta que no esperaba.

—No...—susurró asustado y se echó unos pasos hacía atrás. —¡No es cierto!

Después toda una oleada de recuerdos llegó a él, los recuerdos de su vida antes de haberse encontrado con Take. Pero fue demasiado para él, que salió huyendo de ese lugar sagrado como si su vida peligrara.

—¡Kiba, Kiba!

Escuchó que parte de su manada lo buscaba por fuera de esa tierra extraña, rápidamente acudió con ellos para reagruparse.

—Kiba... ¿qué pasó? —preguntó un lobo bicolor cuando vio llegar a su líder con ellos.

Pero el lobo blanco no respondió, sólo pasó de largo.

—Kiba... ¿qué haremos? ¿Deberíamos volver a las zonas rocosas? —preguntó otro lobo café.

El lobo comenzaba a impacientarse, pues después de esa pregunta otras más se hicieron.

—¡CIERREN LA BOCA, BESTIAS ESTÚPIDAS! —gruñó furioso a su manada.

El grupo de lobos quedó congelado con tremendo grito, pues Kiba ya no escuchaba precisamente como un lobo, tuvieron miedo, tanto, que se alejaron asustados de él.

El herrero y la bestia (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora