Batido de vainilla

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Estaba sentada en la mesa de una cafetería, su bolso descansaba en la silla que estaba vacía a su lado, la chaqueta encima de él. Su pedido se estaba tardando demasiado, se ajustó los lentes y sacó un libro. Media hora después, la mesera llegó para traerle su pedido. Ella estaba distraída mirando por la ventana, ni siquiera tenía los ojos en el libro, agradeció cuando la mesera se fue y sólo le lanzó una efímera mirada a lo que había pedido.

Una crema blanca consistente y suave con ligeros rayos de salsa de melocotón. Un glaseado azul claro se extendía por el vaso transparente, una atmósfera con chispas rojas y azul oscuro que le transmitía paz. Adornando los bordes había crema azul turquesa y tenía polvo blanco rociando el glaseado. Un pitillo de varios colores se recostaba a uno de los lados del vaso y un cometa centelleaba al otro lado, mezclando todo lo que había en la atmósfera. Había una adorno comestible que parecía de plata.

Parecía que iba a llover hoy pero había una parte del cielo que estaba clara. Parpadeó un par de veces, volviendo en sí. Se quitó los lentes y cerró el libro. Bajó la mirada hacia la mesa apoyándola sobre sus manos y rastreó con los ojos cada una de las cosas que había sobre ella. Por primera vez miró lo que había pedido, un batido de vainilla.

Trinos de atardecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora