Aritmética

2 0 0
                                    

Sus amigos le preguntaban por qué se había sacado una buena calificación en la prueba de matemáticas. Él no supo qué contestar, no era que fuera bueno en matemáticas ni que estudiara mucho pero logró la nota más alta de la clase. ¿Cómo lo hizo? Esa seguía siendo una gran incógnita para la mayoría de sus compañeros. Él aseguraba que no lo sabía, que no tenía idea de cómo era posible tanta suerte. Lo más extraño era que para él no fue necesario concentrarse en los ejercicios de aritmética. Aseguraba no saber la razón de su repentino talento pero lo recordaba. Lo recordaba muy claramente...

Dos horas duró el examen, dos horas en las que él contestó todas las preguntas casi sin detener el lápiz. No pensaba lo que escribía, sólo se dejaba llevar por su lado lógico y por la intuición. Le sobró media hora para pensar si lo que contestó estaba bien. No quiso detenerse a mirar cada ejercicio detalladamente, estaba seguro de que le había ido mal. Sólo le dio dos miradas por encima a todo el examen resuelto.

Dos segundos se habían tardado guiando el lápiz a través de las hojas. No le dieron ninguna pista de lo que estaban haciendo, sólo pensaron en que pasaría el examen si no se enteraba. Eran las más indicadas para hacer el trabajo, manejaban el lápiz como si se tratara de una marioneta y aseguraban que todo iba a estar bien después. Media hora sin hacer nada, sabían que todo estaba correcto así que no era necesario que lo revisaran detenidamente. Al contrario, miraron el examen para ver si todo estaba resuelto completamente.

Dentro de media hora, él entregaría el examen, sin estar seguro de qué tan buena nota obtendría. Sin saber que sería la mayor nota de su clase pero saber que estaría condenado a perder matemáticas siempre que no fuera la aritmética quien se le presentara. Al principio no creería que fuera posible lo que pasaría si algún día vuelve a encontrarse cara a cara con la aritmética.

Trinos de atardecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora