Deja pasar al ciclista en la calle y permite que otro carro tome la delantera. Hace la fila como todos los demás. Sale de su casa todos los días a trabajar, su vida siguiendo el compás de la rutina. Llora en los rincones de una multitud y los sollozos inundan el lugar. Poca atención presta a las personas que pasan por allí, atrapado en la melodía de la monotonía. Todo marcha como siempre cuando nota una mano sobre su hombro: la mujer que más le ha querido en la vida se encuentra delante de él. Intenta abrazarla pero no puede, se encuentra en un mundo distinto.
Sus manos se conectan a través de la barrera dimensional que los separa y él olvida el mundo que lo rodea. Todo desaparece y se ven envueltos en una atmosfera mágica. Lejos de todos, lejos de la vida y de la muerte. El efecto pasa de inmediato pero continúa viendo el fantasma frente a sus ojos. Sólo interrumpido por el constante pasar de la gente en medio de los dos y cada vez se va perdiendo más entre la multitud. Trata de alcanzarla y las lágrimas acuden de nuevo a sus ojos, convirtiéndolos en cristal.
Y es que no hay alegría más grande que ser escuchado, con los deseos en la punta de la lengua y no hay mayor miedo que perder sus sueños entre una multitud cargada de grises pensamientos. Y así como se puede perder, también hay posibilidad de ganar: pues la felicidad pertenece a aquellos que piden una pequeña dosis de abnegación a la vida, un descanso del esfuerzo actual, un terremoto que sacuda sus ganas de vivir y les es escuchada.
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Trinos de atardecer
PoetryMe inspiro cuando la lluvia canta o los pájaros trinan, cuando las olas rugen o el viento silba. Me inspiro cuando estoy cansada de vivir la misma vida todos los días, cuando me aburre caminar bajo el mismo cielo y el mismo sol. Me aburre el ruido d...