Reglas básicas de la vida

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Si el destino me pidiera que calificara la vida del uno al diez, yo le pondría un diez. No sólo porque es la única ilusión que en verdad tengo sino porque no tienes opción de escoger cuanto sufres, las veces que ríes, las lagrimas que derramas, los gritos que liberas. Ni siquiera escoger las personas que te cruzas, ni los sentimientos que sueltas por ellas. No seleccionas la cantidad de odio que segregas, ni la cantidad de amor que sientes.

Puedes engañar a la vida, pero sólo alargarás la tortura que el destino ha planeado. Puedes fingir risas, pero ellas nunca serán parte de tus elecciones. Las opciones que te da la vida nunca llevan por el camino que trazan, tienen una apariencia distinta a lo que son. Puedes escoger la vida que quieres seguir pero ninguno de los efectos te pertenecerá.

No puedes escoger las cosas que pierdes, ni las que ganas, ni las que arriesgas. No puedes controlar las enfermedades que sufres, ni el tiempo de salud que te queda, ni el fin de tus días. No puedes averiguar cuanta belleza perciben tus ojos, ni cuanto tiempo durará. Tampoco controlas por cuanto tiempo vivirán tus recuerdos, por cuanto tiempo perdurará la inmortalidad de tus minutos de vida. Nadie controla lo que pasa, ni lo que viene, ni lo que fue.

Así me pasó a mí, no pude manejar mi esquizofrénica e inquieta vida. No pude manejar la ansiedad que trajo mi mundo, ni los retazos cuadripléjicos que de él quedaron. Y si algún día el destino me pide calificar la vida del uno al diez, le daría un diez. Porque es la única ilusión en la que no puedo escoger cuantas veces río, cuantas lagrimas derramo y cuantos gritos libero. 

Trinos de atardecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora