Despertó. Una brillante mañana a su alrededor envolviendo las montañas a la vez que éstas se preparaban para mostrar su belleza durante todo el día. El pasto estaba aún húmedo por el rocío de la mañana; los pétalos de las flores cargaban pequeñas gotas cristalinas. Las blancas nubes viajaban a través del cielo como algodones que flotaban pacíficamente y miraban con extrañeza lo que se encontraba en la tierra. Observó. El color rojo le daba vida a las rosas de primavera mientras la suave brisa coloreaba con delicadeza el ambiente. Sarita se levantó y observó, perpleja, lo que se inclinaba ante ella. No podía creer que tanta belleza fuera posible. La pradera rompía con todo lo que estaba sintiendo y viviendo.
El timbre de su colegio la abstrajo de las profundidades de su imaginación. Ella, Sarita, introvertida y taciturna, se levantó de su asiento. Salió. El viento se coló por su cabello, empezó a jugar y una ráfaga de viento le quitó bruscamente lo que le pertenecía, lo que era Sarita. Se quedó triste, pensando en la parte de su ser que le habían arrebatado. No pensó que pudiera hacer otro paraíso igual, que tuviera la misma magia y el mismo color que el anterior. Ni siquiera lo intentó. Lo olvidó, se concentró, lo recordó pero lo olvidó.
Salía de la universidad llevando unos libros de química en la mano. Tenía mucho que estudiar, tanto que aprender y aquello que había perdido se mezclaba en sus estudios de química como sustancias que se evaporan y no vuelven más. Casi terminaba y estaba ansiosa como una ecuación sin solución. Se apresuró a llegar a su casa para empezar a estudiar lo antes posible, no quería trasnochar ni sentirse cansada. Sin tiempo. Tiempo que se escapaba, se apresuraba por eso no quedaba nada más que estudiar. Planeó el orden en el que iba a repasar los temas para no confundirse. Debía dedicarle toda la tarde a la química.
Se levanta, se estira, se incorpora. Mira sus manos, recuerdos vienen y van, en menos de una milésima de segundo sale de su casa y deja atrás lo que es para encontrar lo que será. Iba llegando a su destino cuando un papel vino a parar cerca de sus pies. Lo recogió con su mano y lo miró. Era un lindo paisaje dibujado por alguna niña. Se dio cuenta quien era la pintora cuando vio en frente suyo a una pequeña niña que la miraba atentamente. Sara le preguntó si el dibujo le pertenecía y la niña asintió. En ese momento Sara recordó el dibujo más bonito que ella había hecho y haciéndole preguntas a la niña sobre el significado de su pintura, Sara recuperó lo que el viento le había quitado. La capacidad de soñar, olvidar y recordar.
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Trinos de atardecer
PoetryMe inspiro cuando la lluvia canta o los pájaros trinan, cuando las olas rugen o el viento silba. Me inspiro cuando estoy cansada de vivir la misma vida todos los días, cuando me aburre caminar bajo el mismo cielo y el mismo sol. Me aburre el ruido d...