Imposible de complacer

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No importaba cuánto lo intentara, ni cuanto intentara hacer feliz a la mujer que la observaba desde el otro lado del reflejo. Era completamente imposible, hiciera lo que hiciera ella estaba siempre observándola. No estaría contenta con ninguno de los esfuerzos que viera. Entonces, ¿para qué se tomaba el tiempo de hacer lo que ella quería? Simplemente no debía fallarle, no quería hacerlo.

Rechazó lo que pudiera enfadar a esa mujer detrás del reflejo, quien exigía cada día más. A pesar de que lo intentaba, lo creía imposible. Era imposible hacer que todo se viera a su gusto. No pensaba en ninguna consecuencia, sólo quería complacer a la mujer detrás del reflejo y nada más. Se subía en las maquinas que ella le enviaba, sólo debía obedecerle y tal vez ella dejaría de darle ordenes todo el tiempo.

Siempre que aparecía delante de ella, era sinónimo de burlas. Lo que sabía hacer mejor, burlarse. Era fácil para ella vivir detrás de un simple reflejo que no significaba más que humillación. Sin embargo, no se daría por vencida, complacería a esa mujer que la observaba desde el otro lado del reflejo a toda consta. A pesar de sus propósitos, tendía a negarlo rotundamente, negaba haber hablado con la mujer que se reflejaba en el espejo y también negaba haberle hecho caso a cada uno de sus caprichos.

Trinos de atardecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora