Intermedio

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Anxo se quedó dormido de golpe, sentado como estaba.

—¡Abuelo! —Lo sacudió Ramón.

—¡Ramón, no seas tan bruto! ¿No ves que el abuelo es una persona mayor? —le regañó su madre.

—Papá, vamos a la cama —dijo Sofía, la abuela de Ramón, levantándolo.

—¡No! ¡Tiene que contarme si alguna vez su hermano se atrevió a saltar!

—La respuesta es no, ¿contento? Venga, a la cama.

—Abuela... Por favor... —rogó Ramón.

—¿¡Pero no ves que tú abuelo se cae del sueño!? 

—Ramón, el abuelo ya seguirá más tarde —le dijo su madre apartándolo.

Ramón miró la Nintendo. Ya no tenía ganas de jugar, quería averiguar qué pasó con toda esa gente de la que su abuelo le había hablado. Cómo María empezó a quererlo, si su hermano se logró acostumbrar de todo a su sordera o si a Xurxo le volvió a hacer falta el dinero. Poco a poco, se había ido encariñando con los personajes de la historia.

Necesitaba hablar con su abuelo, así que subió a su habitación, donde estaba totalmente a oscuras.

—Abuelo...

El abuelo no respondió. Ramón lo oía roncar.

—¡Ramón, qué te ha dicho tu madre! —Su padre lo regañó.

—Pero... Pero yo...

—Deja al abuelo en paz.

Buscando un entretenimiento, se puso a secar los platos que su abuela iba limpiando.

—¿Entonces Xabi no se suicidó? —preguntó a su abuela.

—Apunto estuvo, pero no. Murió el año pasado de viejo.

—¿«Apunto»? ¿Cuándo?

—Cuando su mujer murió. ¿Todavía no ha llegado hasta ahí tu abuelo?

—No.

—Vaya... Fue un día muy duro para los dos... —dijo su abuela mientras terminaba de fregar los platos—. Cuando se despierte ya te lo contará.

Ramón tuvo que esperar a que su abuelo se despertara, dos horas más tarde, pero entonces el abuelo continuó donde lo había dejado.

Memorias de un ancianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora