- ¿De verdad? - Anaïs no podía parar de reír.
- Te lo juro. - contesté.
- Es imposible. - aseguró Carmen.
- A mí no me sorprendería, conociéndolo... - soltó Dolors.Llevaba varias semanas yendo a la universidad. Todo me iba estupendamente. Era el segundo mejor de la clase, hablaba todos los días con mis hermanos por teléfono y en la casa ya era como alguien más de la familia. El miedo de Anaïs y Dolors con el tiempo fue cambiando a la tranquilidad y alegría habitual, aunque ahora eran más cuidadosas.
- ¿De qué os reís? - preguntó mi hermano que acababa de llegar cogiendo una tostada sin todavía haberse sentado a comer.
- Les estaba contando cuando quemaste la cocina.
- ¿Otra vez? ¿Cuántas veces tengo que disculparme? - dijo riendo - Y no la quemé entera.
- Porque Prudencio apagó el fuego. - reí.
- También fue él el que me dijo que hiciera la cena. - se encogió de hombros mientras se encamina a la silla.Dolors se levantó y se puso detrás de su silla para sacudirle los hombros cariñosamente.
- Menos mal que me encontraste, mira cómo he hecho un hombre de tí. Antes eras un saco de pellejos. - rio orgullosa, haciendo que Xurxo sonriera - Ahora hasta podrías encontrar mujer.
Xurxo dio un mordisco a su tostada.
- Pero cuando una chica te tumbó al suelo de un solo golpe no lo cuentas, eh. - me miró perversamente.
Anaïs empezó a reír y yo me sonrojé.
- ¿Por qué te pegó? - rió ella.
- Por besar a su hermana. - contestó Xurxo con la boca llena.Anaïs ya no podía parar de reír.
- Anaïs, déjalos ya, que van a llegar tarde. - la regañó su madre.
Las mujeres salieron del comedor. Yo me puse en pie. Ya había terminado el desayuno y tenía ganas de ver a mis nuevos amigos Juan y Antonio.
- Siéntate. - dijo seriamente mi hermano - Tenemos que hablar.
Tembloroso me senté de nuevo. Todo resto de las risas que hacía unos minutos habían envuelto la casa habían desaparecido dejando un silencio incómodo.
- Prudencio ha vuelto. - sonreí - No, no sonrías. No hay buenas noticias.
- ¿Ha encontrado a Padre?
- En el cementerio.Sorprendido, noté que mi corazón se encogía y sentí un peso en el pecho como nunca antes había sentido. No entendía a qué venía esa sensación. Ya me había hecho a la idea de no volverlo a ver, pero aún así sentí algo en mí. Algo que no hubiera podido explicar, pero algo.
- Murió el año pasado, por unas fiebres, o por lo menos eso le dijo a Prudencio su viuda. Padre se había vuelto a casar y tenía dos hijos, una niña y un niño, nacidos con todas las comodidades del mundo. Tenía una casa enorme rodeada de tierras. Imagínate, Padre terrateniente. - suspiró.
Padre no nos quiso dar aquella vida. No digo las riquezas, que eso lo hubiera llevado bastante bien si él hubiera estado allí, sino el cariño de un padre. Les dio a aquellos niños lo que a nosotros nunca nos ofreció. Sabía que Xurxo estaba pensando lo mismo.
- Nunca antes les había hablado de nosotros. Nunca había pegado a los niños. Nunca les había dirigido palabras duras o malsonantes. Nunca le habló a su mujer de sus orígenes.
Mi hermano me miró a los ojos.
- No nos dejó nada de su herencia. Solo la casa donde vivíamos, la que ya había rechazado hace mucho.
Ni eso. No nos había dejado ni un reloj, ni una joya, ni un mueble. Nada.
- ¿Qué tal está Prudencio? - pregunté tímidamente.
- Cansado, decepcionado, dolido... No muy bien. Pero se le pasará. Se nos pasará. - dijo poniendo una mano sobre mi hombro - Al fin y al cabo, para nosotros ya es solo el recuerdo de un mal sueño, ¿no?
- Un mal sueño que nunca parece esfumarse de todo. - dije.
- Sí...
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Memorias de un anciano
Ficción históricaAnxo es un viejo, un viejo con demencia. En su familia nadie lo valora pues para ellos no es más que chatarra, sobre todo para su bisnieto Ramón. Pero cuando Anxo comienza a contar su vida de trabajo y sacrificio, despierta en su nieto curiosidad po...