La espera fue horrorosa. Los gritos desconsolados de Dolors retumbaban por la casa, retorciéndonos el alma.
Yo había intentado seguir a Xurxo, pero él era más rápido y me dolía tanto la angustia que a medio camino me había derrumbado sobre el suelo. Elena y Carmen habían llegado un poco más tarde al lugar donde me había dejado caer, consumido por un dolor no físico sino intangible pero doloroso como un puñal en el pecho o el ahogamiento de un marinero entre las olas. Me habían encontrado llorando como un niño y derrotado como un cobarde.
Me habían obligado a regresar y allí Elena preparó tila para que nos tranquilizásemos todos. Dolors se había negado a tomarla, solo se retorcía en su cama lamentando el destino de su hija.
- ¡Está muerta! ¡Está muerta! - gritaba.
Abrazado al cojín del salón esperé a que mi hermano regresara, rezando porque volviera con buenas noticias. Pero no regresó. Ni ese día, ni al siguiente, ni al de pasado.
Aquellos tres días se volvieron todavía más angustiosos por el temor a que mi hermano tampoco regresara nunca. Por eso cuando el viernes escuchamos el timbre de la puerta fuimos a recibir a mi hermano como si acabáramos de escuchar un ángel.
El shock al ver su cara destrozada a base de puñetazos fue algo que casi no pude soportar. Y entonces cayó arrodillado a nuestros pies, cansado, sucio y, por segunda vez en mi vida, llorando.
Lo metimos a rastras en la casa y lo tumbamos en el sofá. Tenía la nariz rota, igual que todos los dedos de su mano derecha. Elena corrió a por un trapo empapado en agua fría y se lo puso en la mano.
- ¡Argh! - se quejó.
Tenía la mandíbula hinchada, lo que le daba a su rostro un aspecto deformado.
- ¿¡Dónde está!? - grité más que pregunté.
- La maté. - susurró muerto de dolor.Me caí para atrás.
- La maté para que no sufriera. Estaban... Otra vez. Ya sé había desmayado - gimió cuando Elena le pasó el paño por encima del ojo - pero ellos habían seguido. Cuando los encontré en la comisaría abusando de ella golpeé a uno de ellos y de casualidad le arrebaté el arma. No me dió tiempo a hacer más que dispararle al cuello. Soltaron su cuerpo en cuanto vieron la sangre caer al suelo. - otra vez se quejó del dolor - Me encerraron y me hicieron lo que quisieron como castigo por haber acabado con su diversión. Me decían "así te bajamos los humos, pequeño mercader, como le bajamos las bragas a tu novia" "ya nadie en Barcelona te recordará como el elegante gallego afortunado, sino como el tipo asqueroso de la mano tullida", pero aquello era lo de menos. Lo insoportable era mi dolor, y el dolor que transmitían los gritos de los presos de las celdas colindantes. - se frotó una herida, manchándose la mano de sangre - Me liberaron para que viviera con la vergüenza de ser un tullido y me han dado como plazo máximo para irme de la ciudad una semana. Sino volverán a por mí y a por todos vosotros. Lo dejaron muy claro.
Elena lo abrazó con cuidado.
- Dolors no me lo perdonará. - dijo destrozado.
- Te equivocas.Dolors acababa de bajar las escaleras.
- Si tengo algún consuelo en este momento es que le evitaste más sufrimiento a mi niña. No soportaba la idea de que siguiera viva con aquellos lobos sobre ella.
Le acarició la frente a mi hermano y luego se fue de la casa. Más tarde nos enteramos de que al día siguiente había aparecido muerta en la playa.
Carmen decidió irse a Málaga con unos parientes lejanos que le habían prometido una vida decente, mientras que Xurxo logró vender la casa en un tiempo récord, aunque por una miseria.
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Memorias de un anciano
Tarihi KurguAnxo es un viejo, un viejo con demencia. En su familia nadie lo valora pues para ellos no es más que chatarra, sobre todo para su bisnieto Ramón. Pero cuando Anxo comienza a contar su vida de trabajo y sacrificio, despierta en su nieto curiosidad po...