Xabi llegó muy sonriente a casa. Tanto, que Brais se sintió obligado a preguntar, pero a modo de respuesta, Xabi tan solo encogió los hombros.
Qué perro... Yo sabía perfectamente lo que había estado haciendo.
Desde entonces, mi hermano desaparecía constantemente. Ya no iba a aquella roca en el acantilado, qué va. Mi hermano iba con Cristina. Incluso los empezaron a echar de menos en el trabajo. Ahora casi siempre Xabi encontraba un momento para escaquearse del trabajo y reunirse con la hija de la carnicera. Los rumores no tardaron en extenderse y hubo quien se atrevió a decir que estaba embarazada, cosa que era del todo falsa.
La que sí se quedó embarazada fue Cecilia, al poco tiempo de contraer matrimonio con Brais. La ceremonia estuvo bien, pero lo mejor sin duda había sido volver a ver a Xurxo.
Xurxo había llegado en un coche negro brillante.
—¡¿Es tuyo?! —pregunté alucinado.
—Este modelo lleva mi nombre. —Rio.
Aquel no podía ser Xurxo ¿Aquel hombre trajeado y con sombrero? Imposible. Estaba guapo. Había engordado varios kilos, los suficientes como para que pudiéramos dejar de describirlo como flacucho.
—Tengo que avisar a Prudencio de que ya has llegado —dije.
—No hace falta.
Era la voz de Prudencio a mi espalda. Silbó con admiración.
—Qué cabrón. —Rio.
Se dieron un abrazo donde hubo un montón de golpes en la espalda.
—¿Qué tal los niños? —preguntó Xurxo.
—Genial, puedes verlos tú mismo.
Pruden llamó a su familia, que estaban al otro lado de la calzada.
Uxía, con el niño en brazos sonreía maravillada.
—¿Y dices que este es Xurxo? Me lo vas a tener que jurar —bromeó a la vez que lo abrazaba—. Pareces un hombre de verdad... Casi me arrepiento de haber escogido a Prudencio. —Se rio.
Xurxo se sonrojó.
—¿Y los demás? —preguntó.
—Brais en casa con Iago, y Xabi lleva desaparecido varios días. —Rio Pruden.
—Pues vamos a casa —dijo cogiendo dos maletas del maletero del coche.
Al entrar, Iago y Brais no podían creer lo que estaban viendo.
—Madre mía... Llego a saber que vas a volver así y te mando yo allá mucho antes... —dijo Brais.
Se levantó a abrazarlo, seguido de Iago.
—Te he echado de menos.
Xurxo sonrió. Nunca le había prestado mucha atención a Iago, pero parecía que él sí.
—¿Y Xabi?
—Por ahí andará, con la novia —contestó Brais.
—¿¡Novia!? ¿Pero cuánto tiempo llevo fuera? —Rio Xurxo.
—Iré a buscarlo —dijo Brais saliendo por la puerta, todavía riendo.
Le ofrecimos un asiento.
—Me alegra que hayas vuelto —dijo Pruden.
—Más se alegrará Brais cuando sepa que de regalo de bodas le dejo mi antigua casa, la de aquí.
—O sea, que tienes claro que te quieres quedar allá —dije yo, algo decepcionado.
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Memorias de un anciano
Ficción históricaAnxo es un viejo, un viejo con demencia. En su familia nadie lo valora pues para ellos no es más que chatarra, sobre todo para su bisnieto Ramón. Pero cuando Anxo comienza a contar su vida de trabajo y sacrificio, despierta en su nieto curiosidad po...