3. Noticia

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Lo rayos del sol me despertaron de mi profundo, o no tan profundo, sueño. ¿Quién dejó la ventana abierta? Idiota, ¿quién duerme aquí? A veces desearía que mi subconsciente se quedara callado por un momento. Me estiré en mi cama y tallé mis ojos con pereza. Ayer después de llegar a mi piso, había entrado como zombie y fui directa a mi habitación, ni siquiera me tomé la molestia de ponerme pijama, y como pude me eché una sabana encima y me dormí con mi vestido puesto. Lo bueno es que mis padres no se dieron cuenta de mi llegada tarde a la casa.

Quité las sabanas que estaban alrededor mío y me dirigí al baño. No me sorprendí al ver unas terribles ojeras bajo mis ojos, y que estos estuvieran rojos de tanto llorar. Ahora me gustaría que Melanie me rociara con esa agua milagrosa que había echado en mí ayer en la mañana. Abrí el grifo y ahueque mis manos para tomar agua y mojar toda mi cara. Esto servira de algo. Salí del cuarto, aun caminando como zombie, y tomé mis jeans para enfundarme en ellos y quitarme el estorboso vestido floreado que tenía puesto. Me puse una playera que decía "Todos son unos idiotas, incluida tú." Y me alice el cabello con las manos y después con el cepillo ya que este no cedía.

El grito de mi madre me hizo dar un brinco y casi caerme de mi cama.

- VENUS, VEN A DESAYUNAR.

Rodé los ojos y deje el cepillo en el tocador que estaba junto al mi armario. Algún día ella aprendería que no hace falta que me grite, que puedo escucharla.

Salí de mi habitación, caminando por el pasillo hacia la cocina. Mi mamá se encontraba junto a la estufa, haciendo lo que parecía ser un huevo revuelto. Mi padre se estaba en el comedor, mirando el periódico de las mañanas, con una taza de café con su mano izquierda, como todo un hombre de negocios. Me acerque a mi madre y plante un beso en su frente, ahora yo la pasaba por cinco centímetros. La buena suerte de no ser tan bajita. Bueno era una enana, pero no tanto.

- Buenos días, cariño. - Saludó mi madre, tendiéndome mi plato con el desayuno servido.

Ella ya tenía cuarenta y cinco años, de su cabello, que alguna vez fue castaño total, se asomaban varias canas, pero seguía siendo una mujer guapa.

- Buenos días, mamá.

Fui directa hacia la mesa y me senté a un lado de mi padre. Él seguía mirando el periódico, se giró para verme y me cachó mirándolo. Sonrió ampliamente.

- Buenos días, princesa.

- Buenos días, papá. - Sonreí.

Empecé a comer mi desayuno. Por fin había logrado suprimir mis pensamientos acerca del asalto de anoche. Pero, por muy loco que suene, no podía olvidar al ojiazul que me había ayudado a quitarme de encima a ese mal nacido. La manera en la que se movió, fue tan rápida, cómo no le costó nada defenderme. Por un momento llegué a pensar que era un vampiro. ¿Vampiro? ¿Es en serio Venus Marshall? Se burló mi subconciente de mí. Maldito.

- Cariño, ¿escuchaste que hallaron a un hombre muerto en un callejón? - Preguntó de repente mi padre. Mi corazón empezó a latir a mil por hora, sentía que se me iba a salir del pecho y no de la mejor manera.

Volteé a ver a mi madre, que ya se había sentado junto a nosotros y se inclinaba sobre mi padre para ver la noticia. Yo igual lo hice.

Leí en voz baja.

Encontraron a un hombre tirado muerto en el callejón de la calle Williamsburg, al parecer su muerte fue al rededor de las doce con cuatro minutos de la madrugada. Parece que lo han golpeado en la cabeza hasta que perdió la conciencia, lo extraño de la situación es que según los médicos forenses, solo lo han golpeado una vez en la cabeza, parece que también fue agradido en otras partes del cuerpo. También fue hallada una pistola de calibre 30 a unos cuantos metros cerca de él, con su huellas digitales.

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