11. Pensamientos

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Después de dejarme en mi edificio Kyle se marchó en su Ferrari. No platicamos mucho durante el viaje, ya no quise seguir preguntando sobre su tío, quizás me meta en problemas y sabiendo lo poco que sé sobre él, no quisiera tener problemas.

Aún no sé qué pasó con Scott, lo dejamos ahí en el restaurante; se lo merece.

Mi celular comenzó a sonar interrumpiendo mis insultos hacia Scott ojos azules Patán.

- ¿Si? - Contesté al tercer pitido.

- Venus. - Hablando del rey de Roma.

- Pensé que me había librado de ti. - Ironicé.

- Perdón, señorita bipolar.

Reí sarcástica ante su comentario.

- ¿Qué es lo que quieres? - Fui al grano.

Un silencio y Scott habló -: ¿Qué más te dijo Kyle?

- La curiosidad mató al gato. - Me burleé.

- Pero murió sabiendo. - Replicó. - Y no creo que me mate lo que te haya dicho él. ¿Qué te dijo?

Su tono de voz era neutral, pero de una manera escalofriante; exigente.

- ¿Cuántos años tienes, Scott? - Pregunté intrigada, si Kyle casi tiene un siglo entonces ¿cuántos años tiene Scott?

- Veintitrés. - Respondió rápidamente.

- Tu verdadera edad. - Pedí.

Hubo un largo silencio por parte de él o así lo sentí yo, cuando por fin respondió su voz era mortal.

- ¿Te lo ha contado también? - Exigió.

- Dímelo tú. - Me encogí de hombros aunque él no lo pudiera ver.

- Exactamente ciento dos años. - Respondió.

Me quedé en silencio por varios segundos. ¿Ciento dos años?

Hasta ahora Scott es la persona más vieja que he conocido en mis veinte años de vida. ¿Cómo es posible que las personas a su alrededor no se den cuenta que nunca envejece?

- Son muchos años. - Respondí y por un momento pensé que Scott había colgado, pero su estruendosa risa me dijo que estaba equivocada.

- Demasiados. - Respondió. - Puedo decir que soy un viejo pedófilo.

Reí ante su comentario y negué con la cabeza.

- Mi abuelita es una adolescente a tu lado.

Él rió aún más.

- ¿Has evitado que mi hermano se meta en tu cabeza? - Preguntó de repente.

Me acomodé en mi cama, sosteniendo el celular sólo con mi hombro.

- Eso creo. - Tomé el celular con mi mano y recosté mi cabeza en el respaldo de mi cama. - Ni siquiera sé cómo lo hago.

- Nosotros no podemos adentrarnos en tu mente cuando te concentras en protegerla. Tú eres dueña de tus pensamientos, si no quieres que sean irrumpidos no somos capaces de invadirla y hacer que nos obedezcas. Sólo invadimos mentes vulnerables; de las personas que no tienen idea de lo que hacemos y dejan expuestos sus pensamientos. - Explicó.

Abrí mi boca como boba y la cerré con ayuda del torso de mi mano.

Por eso Scott no pudo hacer nada cuando me propuse hacer barreras mentales. Soy una genio.

- Ya entiendo. ¿No pueden meterse en mi cabeza si yo no quiero?

- Correcto, aunque algunos sí pueden hacerlo, pero son de más tiempo.

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